Quién te iba a decir a ti que, en un par de meses, te ibas a convertir en profesora de tus hijos y, además, en toda una experta en conexiones virtuales online. Realmente, la vida está en constante movimiento y es imprevisible pero no me negarás que lo de este año no está siendo una prueba de fuego para todos.
Así que, como estoy convencida de que este desafío lo has conseguido superar –o lo estás intentando– te doy la bienvenida al mundo online de tu hijo que, seamos sinceras, hasta ahora era algo desconocido para ti.
Tiempo atrás escribí sobre la importancia de involucrarnos como padres en las nuevas tecnologías. En aquel post hablaba sobre lo necesario que es entender el idioma digital de nuestros hijos, comprender qué les aporta esa vida online y atreverse a perder el miedo o a vencer el rechazo de ese mundo desconocido para algunos adultos:
«Tenemos que dejar atrás el rechazo a lo tecnológico, conectando con el beneficio que nos aportará comprender el mundo en el cual se mueven nuestros hijos»
¡Francamente, no pensé que aquella reflexión iba a ser tan necesaria en estos tiempos que vivimos!
Pero hoy me gustaría hablarte más de sensaciones, de cómo te puedes llegar a sentir dentro de una realidad que, hasta ahora, no era a la que estabas acostumbrada. Ya sabes que salir de la zona de confort posibilita la creación de oportunidades en tu visión de futuro, ya sean en el ámbito personal, familiar, profesional…
Así que, gracias a este distanciamiento social y al hecho de que, de la noche a la mañana, te hayas tenido que convertir en mamá-profesora, tu mundo conocido ha pasado a otra categoría.
Quizá, si eres una mujer expatriada, el comunicarte con familiares o amigos a través de videollamadas no te haya pillado por sorpresa y sea lo más normal del mundo. En mi caso, que viví dos experiencias vitales fuera de mi país, no ha sido muy diferente.
Aunque sí me sorprende el entusiasmo que desprende la gente en redes sociales inmortalizando el momento del reencuentro virtual. Algo así como cuando el hombre primitivo descubrió «el fuego» pero trasladado a nuestro tiempo.
Con esto quiero decir que, cuando las circunstancias lo requieren, acabamos por adentrarnos en lugares dónde no sospechábamos nunca que íbamos a encontrarnos.
Y estos cambios, sin duda, generan una serie de emociones desagradables. Puedes sentir estrés, agobio, desánimo… Todo ocasionado por esta nueva «normalidad» que, en tu caso, se agrava con la complicada tarea de apoyar, asistir, mentorizar a tu hijo o hijos con sus clases y tareas virtuales.
«Este acercamiento a un mundo que nos parece tan alejado de nosotros, nos llevará a superar diferentes retos: para unos, el ver las nuevas tecnologías como una ayuda en nuestras vidas, para otros el lograr conectar con una juventud dejando de lado la mirada de la incomprensión»
Entiendo tus momentos de impotencia al verte superada ante la desmotivación de tu hijo/s. Este nuevo sistema, al que ha tenido que hacer frente con respecto a sus estudios, no ha sido fácil para ambos.
Hacer comprender a tu pequeñín que no podrá volver al cole, que ahora tiene que estudiar y hacer los deberes en casa, que verá a su profesora a través del ordenador, es una tarea que posiblemente haya minado tu moral.
Para mi hijo, de trece años, tampoco fue un inicio fácil pero, poco a poco, fue organizándose y comprendiendo que tenía que cambiar su modo de hacer las cosas. ¡Tampoco me salvé de tener momentos de desesperación viendo el descontrol que tenía!
¿Qué hice para que todo fluyera en casa? Lo primero fue hablar con él, sentarme con serenidad y preguntarle cómo se sentía, qué dificultades tenía y cómo creía que podía solucionarlo. Aun siendo ya un joven, independiente en sus estudios, todavía necesitaba ese cambio de chip en su cabeza para darse cuenta que no eran unas vacaciones de verano, sino que ahora, su nueva realidad como estudiante era el estar pegado a la pantalla del ordenador y no precisamente para jugar.
En el caso de niños más pequeños, la situación es algo diferente porque no son conscientes de la magnitud del cambio. Para ellos, el estar sentados delante del ordenador viendo a su profesor/a y no poder jugar o el tener que hacer una serie de tareas semanales sin estar acompañado de sus amiguitos, les produce un estado emocional que no llegan a comprender.
Como padres, es en este momento que debemos hacer ver al niño que tiene obligaciones que cumplir, como las tienen papá y mamá. Intentaremos que exteriorice su sentir, que nos diga qué le preocupa, qué dificultades tiene, y para ello es importante compartir nuestros sentimientos y emociones. Transmitirle que nosotros también nos podemos sentir mal o confusos pero que estaremos a su lado, acompañándole y apoyándole.
«Cuando se trata de tus hijos, aspiras a mucho más que a la simple supervivencia. Tu objetivo principal es educarlo del tal modo que le permita progresar»
Daniel J. Siegel
Por tanto, hay que intentar disminuir ese nivel de frustración tanto en los padres como en los hijos. En ti, cuando intentas ayudar a tu hijo a organizarse y a gestionar sus emociones. Y a tu pequeñín cuando siente que toda su rutina escolar y social, se ha vuelto patas arriba.
¿Cómo gestionar esta frustración? Te daba algunas pistas en uno de los episodios de mi podcast Mujer en Positivo: «Consejos para tolerar mejor la frustración». Entre los consejos te comentaba que había que aceptar la situación, el pensar que solo podemos intentar hacer lo que está en nuestra mano. Y, también, que era necesario asumir que todo requiere algo de esfuerzo y que si no sale a la primera, debemos volver a intentarlo.
Ya sea tu hijo adolescente o tu hijo más pequeño, involucrarte tecnológicamente en todo lo que le rodea le aportará mayor seguridad y confianza, además de asegurarte una buena comunicación y comprensión a nivel familiar.
Estoy convencida de que, todo este cambio y nuevos conocimientos, te están ayudando a comprender un mundo al que antes no prestabas atención, básicamente, porque no te interesaba pero al que ahora le ves un sentido.
Habrás tenido que esforzarte, superar reticencias, miedos, ideas preconcebidas sobre algo que desconocías. Pero ¿no crees que ha valido la pena superar el reto de entrar en el mundo online de tu hijo?