¿Cuántas veces te has encontrado con la sensación de que tienes que cambiar algo en tu vida pero no sabes el qué?. Tu día a día es el mismo de siempre… haces las mismas cosas, vas a los mismos sitios, te ves con las mismas personas. Incluso piensas que, ahora en tu vida, disponer de tiempo es un lujo.
El trabajo lo acapara todo. Vives en un continuo ir y venir de recados, compras, tareas laborales o personales, estudios, proyectos, familia, niños… Vamos, que sientes que el mundo gira y gira sin parar y tú estás, ahí subida, en ese tiovivo de la vida que no te deja ni un segundo para respirar.
Es tu círculo rutinario, ese que hace que no seas consciente de lo que tienes y de lo que te falta en tu vida. Hasta que un día, sin saber por qué y tras ver uno de esos anuncios navideños especializados en hurgar en la herida sensiblera y emocional, te da por recordar la última vez que quedaste a comer o a tomar un café con una buena amiga o, simplemente, por pensar cuando fue el último mensaje que le enviaste preguntando como estaba.
Y ahí es cuando en tu cabeza comienzan a saltar todas las alarmas. Intentas retroceder en el tiempo pero por mucho que buscas y rebuscas, la fecha que aparece destelleando como luces de neón dentro de tu cabeza es… un mes, tres meses, casi medio año o quizás más!!! De nuevo las sirenas sonando y con tu dialogo interior en marcha te dices horrorizada: «Pero no puede ser, si parece que fue ayer… tengo que llamarla sin falta… a ver si quedamos esta semana… seguro que sí, de esta semana no pasa…»

Pero pasa y comienza la semana y continúas aferrándote a tu tiovivo particular sin saber cómo pararlo. Olvidas aquella emoción que por un instante llegó a despertarte y a conectarte con unos recuerdos, con un deseo de recuperar algo que ahora sientes que te falta.
Y de nuevo la espiral del tiempo. Ese tiempo que no está… El querer y no poder o el poder y no querer o quizás, el querer, el poder y el no saber, no saber encontrar un hueco en la agenda para parar y disfrutar. Volvemos a correr, sin tiempo a respirar, a observar, a disfrutar de los momentos… Vamos alimentando nuestras preocupaciones y nuestros remordimientos por no hacer lo que en realidad queremos hacer. ¿Y qué nos impide regalarnos un ratito de ese tiempo?
Nada. Nadie. Solo nosotros. Si escucháramos a nuestras emociones con la misma facilidad con la que nos apresuramos a poner excusas… llegaríamos a percatarnos que la vida, esta vida de hoy que nos convierte en individualidades, alejados del otro, la podríamos transformar con muy poquito. Porque si de verdad queremos ser y estar, y no solo pasar de puntillas por la vida abstrayéndonos de lo que tenemos a nuestro alrededor, deberíamos , de vez en cuando, recordar estas palabras de Nuccio Ordine: “¿qué significa cultivar una relación humana? Significa dedicar tiempo”
Y es que, sin ese tiempo que podemos obsequiar a los demás, las relaciones se van apagando, poco a poco, hasta que un día, sin darnos cuenta, por no haber ido regalando alguna que otra vez un poquito de nosotros, aquella amistad se acaba diluyendo con gotitas de indiferencia…
Ya no me conformo con ir coleccionando experiencias a lo largo de mi vida sin tan siquiera haber sido consciente de haberlas vivido. El tiempo pasa y no me resigno a verlo avanzar, sin más. Cuántas veces decimos aquello de “¡qué rápido pasan los años!” pero ¿te has parado a pensar, a recordar, dentro de tu tiovivo vital, cómo te hicieron sentir muchos de aquellos instantes?
De qué están hechos los recuerdos sino de momentos… recuerdos que acabarán convirtiéndose en únicos y especiales, con derecho a ser guardados en nuestra pequeña caja pensante gracias a lo que nos hicieron sentir. Emociones que aparecen cuando termino de leer un libro, cuando me recreo en degustar un buen plato de comida, esas que surgen cuando veo un paisaje por primera vez…

Ya no hay tiempo ni para recordar, ni para saborear esas emociones que nos provoca echar la vista atrás… correr y correr, hacer mil cosas, apurar hasta el último segundo del día para sentirnos bien con nosotros mismos al ver “lo mucho que hemos hecho” y mañana más, y el otro más y así siempre…
Frena, respira, reflexiona… piensa en aquella persona que no has visto tanto como te gustaría, a la que no has llamado porque no te dan las horas del día, a la que no envías un mensaje porque siempre te dices que ya lo harás mañana… Quiérete, mímate, date permiso para sentir, para disfrutar de lo que das y de lo que te dan, para decir «basta», para decir «no» cuando deseas hacer todo lo contrario. para poner tu límites, esos que tanto se te resisten…
Conecta con tus sensaciones pasadas, con aquellas imágenes que te hagan revivir las ganas de ponerte en acción y priorizar “los quiero” a “los debo”. Ve hacia el futuro e imagínate tomándote un café con esa buena amiga, charlando, riendo, como antes hacíais, como era siempre, visualízate en tu casa o en el campo o en la playa, en un lugar tranquilo donde solo estés tú y ese libro que hace mil años tienes pendiente de leer… ¿cómo te ves? ¿cómo te sientes? … feliz ¿verdad?
Y es que ya lo dice mi admirado Bauman, el tiempo es un regalo.
“El regalo más importante que puedes hacer a los que quieres es darles el sacrificio de tu tiempo”
Zygmunt Bauman
Cuéntame, ¿regalas tiempo para ti y para los demás o te resignas a verlo pasar?