fbpx
Cómo adaptarse al cambio en esta nueva normalidad

Cómo adaptarse al cambio en esta nueva normalidad

Te confieso que, cuando se trata de cambios, la gestión inicial la suelo llevar un poquito floja. Pero si hay algo que he ido aprendiendo durante estos últimos años es a aceptar los imprevistos que suelen aparecer a lo largo de mi vida.

Y, sin duda, este enorme, gigantesco y desconcertante revés –que a nivel global estamos viviendo– ha sido un golpe bajo, un k.o. en toda regla, diría yo.

Así que, adaptarse al cambio en esta nueva normalidad, se ha convertido en un trabajo personal a nivel emocional, tanto para mi familia como para mí y, posiblemente, para una gran mayoría de personas.

Trastocar la rutina diaria, el ritmo frenético de nuestras vidas, ha supuesto aprender a manejarse en un entorno en el que nunca nos habríamos imaginado. Nos ha tocado desenvolvernos dentro de una sociedad en la que ciertas reglas de vida, costumbres asimiladas desde la infancia, han quedado temporalmente anuladas.

Quizá me salga un post con cierto aire a estudio sociológico, pero es que no puedo evitar pensar cómo el ser humano se adapta a su entorno con una velocidad pasmosa. ¿Y por qué digo esto? porque no me negarás que, lo de salir de casa y coger la mascarilla no se ha convertido en un acto totalmente integrado en tu rutina diaria. Quién te lo iba a decir ¿verdad?

Y si te habías olvidado por unos instantes de esta nueva normalidad, solo hace falta repasar las tiendas online de moda para comprobar que puedes comprar ese vestido tan top para este verano junto con la mascarilla que mejor combina. Ya que nos la tenemos que poner, al menos que ¡no sea aburrida!

A veces pienso que es muy humano intentar normalizar la “anormalidad”, aunque solo sea para revestirla de cierto aire ilusionista, a lo David Copperfield. Sin embargo, el miedo sigue ahí, escondido bajo la gran tela negra desplegada para ocultar la realidad.

Miedo a perder a alguien o nuestro trabajo o nuestra salud, a acercarnos, a transmitir la enfermedad, a no poder vivir como hacíamos antes. Miedo al cambio, a romper las reglas, a aprender nuevas normas sociales de un modo antinatural. No beses, no abraces, no hables tan cerca…

Pero al final, acabamos por ir integrando –sin darnos cuenta– esta nueva realidad. Porque ahora besamos sin besar, abrazamos flojito – quizá con algo de recelo– dependiendo de la edad e intuimos sonrisas a través de las miradas.

Y los más pequeños ¿cómo adaptarse al cambio? Los niños son fuertes, los jóvenes pueden con todo, se adaptan fácilmente… eso dicen… Pero ¿sabes qué? Que no es verdad. Y lo sé porque me ocurrió en mi experiencia como expatriada. Todo el mundo me decía lo rápido y fácil que se iba a adaptar mi hijo de ocho años a un nuevo país. Sí que aprenden a velocidad de vértigo, pero sufren igual que un adulto y tienen sus preocupaciones, sus añoranzas, sus tristezas.

“Nuestros niños y jóvenes llevan meses sin poder salir de casa, meses sin poder disfrutar, aprender de sus iguales, desarrollar en plenitud los mecanismos de socialización que les son imprescindibles.”

Dolors Reig

Ahora no iba a ser menos. Mi hijo se ha convertido en un adolescente de trece años, con mil aventuras a sus espaldas a pesar de su juventud, pero vive la nueva realidad con resignación e intuyo que, en ciertos momentos, con algo de preocupación. Sensaciones que, estoy convencida, comparte con otros niños y adolescentes.

Pero han aprendido, han sabido estar, nos han dado una gran lección en control emocional, en responsabilidad y se convertirán –si no lo han hecho ya– en: la generación de la era postpandemia: la más emocionalmente inteligente y responsable de la historia, tal y como afirma en su artículo Dolors Reig,

Han sido noventa días sin poder salir y ahora que pueden, toca la pregunta del millón de los más pequeños ¿y tengo que ponerme la mascarilla? ¿y no podré abrazar a mi mejor amigo? ¿y no podré darles un beso a mis yayos? Preguntas, preguntas y más preguntas.

Así que, con la mayor naturalidad del mundo, debes responder con comprensión, haciéndoles ver que, como madre, como adulto, sientes exactamente lo mismo que ellos.

“Los niños de esta nueva generación son las grandes víctimas, pero también los grandes héroes del Covid19”

Dolors Reig

Dile, que también te da pena no poder achuchar hasta asfixiar a tus mejores amigos, a tus padres, a tus seres queridos. Que es un rollo ir con la mascarilla a todas partes pero que es como una tirita que nos protege, te cuida a ti y cuida a los demás. Que te puede dar un beso y dos y los que quiera pero a los demás, si los envía con un fuerte soplo, lo sentirán igual.

Para adaptarse al cambio de esta nueva normalidad necesitamos una llave que nos haga sentir que podemos desenvolvernos en ella. Te hablo de la aceptación. Es momento de aprender a gestionar este miedo a la incertidumbre, a la pérdida, a lo que te pueda traer el cambio y el modo de hacerlo es aceptando la nueva situación.

Aceptar no significa resignarse, ni ser insensible ni estar de acuerdo. Tomando las palabras de Borja Vilaseca si te resignas estás en el punto de llegada, con la aceptación en el punto de partida.

“Aquello que no eres capaz de aceptar es la única causa de tu sufrimiento”

Gerardo Schmedling

Aprendiendo a aceptar las situaciones, lograrás una mejor tolerancia a la frustración ante lo que no puedes controlar, verás el pasado como una lección de vida, tendrás una mejor capacidad de gestionar los imprevistos y sobreponerte a ellos, te abrirás a nuevas oportunidades. En definitiva, estarás dando un paso de gigante –sin darte cuenta– a esta adaptación al cambio que la nueva normalidad ha traído.

Si nos ha tocado vivir este momento, acepta la nueva realidad. Busca el lado positivo, aunque te parezca que no lo tiene. Si reflexionas, seguro que surgirá. Por ejemplo, es posible que por fin te hayas puesto las pilas en cuestión de conectividad online o de tecnología digital, algo que te puede ayudar si has decidido iniciar un nuevo proyecto profesional como mujer emprendedora.

No es lo que habíamos planeado en nuestra vida, lo sé, pero el mundo nos pone a prueba. Y es ahora cuando debes afrontar este reto con la mejor actitud posible, piensa en que eres un espejo para tus hijos, para los que te rodean. Adaptarse al cambio es aprender a tolerarlo, ajustarse a él, ser consciente de que nada es eterno y que todo está en constante movimiento.

¿Cómo llevas el cambio a esta nueva normalidad? ¿la aceptas o luchas contra ella?

¡¡Te espero en los comentarios!!

Bienvenido, Mr. Cambio

Bienvenido, Mr. Cambio

Algo iba a cambiar esa mañana. Tenía la sensación de que la llegada de un cambio en mi vida iba estaba a punto de suceder. Pero esta vez era diferente, esta vez le daba la bienvenida a Mr. Cambio, mi gran enemigo de tiempos pasados

Miraba la pizarra pensativa, observando en ella el inmenso número del aula escrito con tiza, puede que para indicar a todos aquellos “despistados” ese día que la clase dónde estaban era la correcta.

Eran las ocho cincuenta de la mañana. Impaciente, esperaba el reparto de la hoja del examen. Algo de nervios, pero pocos, muy pocos…extraño en mí considerando que era una de las situaciones que más me incomodaban en mi época de estudiante, mejor dicho, en mi época juvenil de estudiante.

Sin duda, todos estos meses de autoconocimiento, de saber reconocer mis emociones, de intentar gestionarlas gracias a todo lo que he aprendido con el coaching, me han servido para mantenerme como yo quería estar y ahora tocaba estar serena, en calma.

Continuaba observando aquella pizarra, reflexionando si iba a hacer lo correcto, si me iba a arrepentir de la decisión que había tomado. Pero una y otra vez me llegaba una sensación de plenitud, de ganas por lo que tenía que venir, por empezar algo motivante. Y esos pensamientos me llevaron a uno muy especial: “disfruta este momento, será tu último examen”.

Mi último examen… No ha sido una decisión fácil, todo lo contrario, ha sido pensada y valorada, con sus pros y sus contras. Pero lo que verdaderamente me ha dado la respuesta final fue el pensar mi “para qué”, para qué comencé a estudiar, para qué me marqué este objetivo. En aquel momento para aprender, para retarme a mi y a mi edad, demostrarme que podía afrontar unos estudios universitarios después de tanto tiempo y estar a la altura. Y lo hice, ¡vaya si lo hice!.

Fue el primer paso que realicé cuando quise darle un giro a mi vida, reinventarme después de mucho tiempo sin encontrar el camino. Tal y como escribí en mi post Reinventarse, » Reinventarse es volver a crecer, crear nuevos inicios, cambiar de vía cuando sientes que tu tren no se dirige hacia donde tú quieres» . Y esa vía, ese «para que», ahora siento que está empezando a cambiar de nuevo, un tren que avanza pero que me lleva a buscar un nuevo camino hacia otro apasionante inicio, la consolidación de mi proyecto profesional como coach.

 

¿Podría compaginar ambas cosas?, seguro que sí, y lo hacía, pero comencé a sentir que la inercia de mis motivaciones me iban arrastrando en un mismo sentido, al mundo del coaching. Contra más me metía en él, más salía de mis estudios universitarios… no sé, será porque soy así… una persona que cuando algo me apasiona pongo mis cinco sentidos en ello y me cuesta compartirlo con algo más porque sé que no lo disfrutaría al cien por cien…

Porque un cambio sabes como comienza pero no como va acabar… emocionante ¿verdad?. Pensar en la ilusión con la que inicias un nuevo proyecto personal, un nuevo cambio de hogar, una nueva vida en común, una nueva amistad con una conexión especial… Nuevos lugares, experiencias, personas, que llegan a tu vida para enriquecerla y enseñarte que caminar por otros caminos puede llevarte a grandes descubrimientos.

Siempre había tenido dudas, dudas por mis decisiones, por mis capacidades, por si la elección era la correcta… pero cuando la seguridad en una misma está presente y en pleno funcionamiento, esos temores acaban por esfumarse. Si puede salir bien ¿porqué pensar en que saldrá mal? y si sale mal ¿no es mejor haberlo intentado?.

Hasta no hace mucho, cuando un cambio llegaba a mi vida, mi primera reacción siempre era la de protegerme a través de una especie de tornado mental que me situaba lo más alejada posible de lo bueno que me podía aportar. He de decir que no siempre fui tan ceniza. Creo que al estar en un momento vital nada motivante acabé por activar el «modo cenizo on», escudándome tras él para hacerme sentir más segura frente a la incógnita de lo que podría pasar.

Y si además ese cambio lo debía realizar a partir de una decisión propia me costaba un mundo tomar la más adecuada, por lo que finalmente optaba o bien, por eternizar mi decisión o bien, por tirar por el camino más fácil, no hacer nada. Ya se sabe, “quién no hace nada, no se equivoca”.

Así que ante la posibilidad de equivocarme mi mente me enviaba, como si de señales de humo negro se tratasen, avisos subliminales “¿y si te equivocas?”, “¿y si no aciertas?”, “¿y si te arrepientes?”, ¿y si?, ¿y si?, ¿y si?… Y ahí entró en escena mi new version, mi nuevo yo o tomando prestadas las palabras de mi querida amiga Almudena; la «Capitana Marvel», ese yo vital y dueño de su futuro.

el cambio

Porque son a esos miedos a quienes tienes que desafiar, plantarles cara y decirles en voz alta «¿y porqué no?«. Aprender a desechar futuros llenos de nubarrones y a aceptar la incertidumbre como parte de tu apuesta por lograr lo que sueñas, por lograr ser feliz.

Pero creo que, como parte del proceso, en ocasiones hay un pedacito de pérdida en nosotros, en lo que dejamos atrás. El cambio te transforma, te moldea como esa plastilina que tiene entre sus manos un niño y a la que le da nuevas formas una y otra vez. Hay que ser esas manos y lograr manejar los sentimientos que nos producen las variaciones en nuestras vidas para que no nos detengan.

Son sentimientos de tristeza por lo que hubo, necesarios e inevitables, que te muestran el significado que representa aquello que dejas atrás, algo que fue importante y valioso para ti y tu vida.

Es entonces cuando toca aceptar el cambio, ser esas manos, y afrontarlo como lo que son, nuevas oportunidades que te van surgiendo a través de nuevos caminos. Ver lo que vas a ganar en lugar de recrearte en lo que vas a perder.

Y en mi caso, un cambio que elijo dar sin mirar atrás, acumulando una bonita experiencia con la que he ganado muchas cosas: confianza en mi, aprender de nuevo a estudiar, mejorar a la hora de escribir y lo principal, absorber nuevos conocimientos y todo a una edad cercana a los cincuenta ¡que más se puede pedir!.

Salí de la universidad mirando el cielo tan espectacular que hacía ese día, un sol que comenzaba a dar muestras de que el verano había llegado para quedarse. Creo que la palabra que mejor podía definir mi estado de ánimo en ese momento era satisfacción.

Satisfacción por haber sido capaz de elegir reconociendo lo que había logrado, satisfacción por darme la oportunidad de disfrutar lo que hasta ese momento estaba haciendo y satisfacción por haberme dado permiso para decidir dar un cambio de rumbo aceptando lo que dejo y esperando con pasión e ilusión lo que está por venir…