fbpx
Aprende a ser una persona asertiva en tu día a día

Aprende a ser una persona asertiva en tu día a día

Cuántas veces nos empeñamos en desatender a nuestra voluntad por no atrevernos a decir un simple no, por no saber poner unos límites ante las peticiones de los demás, en definitiva, por no ser una persona asertiva.

Ya sea por miedo al qué dirán, o por temor a que la otra persona se enfade o, simplemente, por actuar en función de lo que se espera de nosotras, el resultado final es el de alejarnos de nuestros deseos e intereses.

Es decir, si no comunicas de una forma asertiva en tu día a día, si vas en contra de lo que realmente quieres y piensas, estarás creando un conflicto interior que, sostenido en el tiempo, acabará por generarte un sentimiento de infelicidad y frustración.

¿Qué es la asertividad?

Olga Castanyer define la asertividad como “la capacidad de autoafirmar los propios derechos, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás”

Dicho de otro modo, es una de las habilidades sociales que más nos aportan en nuestra vida y carecer de ella en su totalidad, puede llevarnos a un nivel de baja autoestima al sentirnos indefensos ante la voluntad de los demás.

Si eres una persona que practica la asertividad significará que estarás comunicando y expresando tus deseos, opiniones y sentimientos a otra persona con respeto, empatía y convicción.  Es decir, que sabes:

  • Decir “no” y mantenerte firme en tu postura, dando una explicación lógica y mostrando comprensión hacia las demandas del otro.
  • Pedir favores y reaccionar adecuadamente ante un ataque cuando es necesario.
  • Expresar tus sentimientos ya sean de gratitud, afecto, insatisfacción, enfado, etc.

¿Por qué una persona no es asertiva?

El ser asertiva no viene en tu adn. Por lo tanto, puedes cambiar este patrón de conducta cuando tú quieras. Piensa que la asertividad es una habilidad y, como tal, la puedes aprender. Solo hay que tener predisposición, constancia y practicar en tu día a día.

La falta de asertividad suele deberse a una educación tradicional en la que no existe un referente con el que poder aprenderla en forma de imitación. Es decir, durante la crianza, se tiende al refuerzo positivo en conductas sumisas y al castigo –en forma de desprecio o recriminaciones– a las asertivas .

Esto hace que se instalen creencias irracionales tipo: “si antepones tus intereses y necesidades a la de los demás eres egoísta”, o lo que es lo mismo→ miedo a decir “no”. Así pues, una va creciendo con la idea, por ejemplo, de que ayudar a los demás es algo bueno pero, también, «obligatorio».

Ofrecer tu tiempo, tu disposición a las personas que te lo piden, resulta satisfactorio aunque puede suceder que, esta gratificación personal que sientes por ayudar al otro, acabe convirtiéndose en una obligación a causa de tus propias convicciones: “si digo que no, pensarán mal de mí”. Al final no haces lo que quieres sino lo que tú crees que debes hacer.

Si tienes dudas en si actúas de un modo asertivo o de forma sumisa frente a este tipo de situaciones, te invito a reflexionar con estas preguntas en referencia a peticiones pasadas que te hayan hecho:

  • ¿Para qué lo hago?
  • ¿Cómo me siento haciéndolo?
  • ¿Qué gano / pierdo haciéndolo?
  • ¿Qué es lo peor que podría pasar si no lo hago?

Tus propias respuestas te mostrarán el sentido en tu forma de actuar. Si es algo que “quieres hacer” o en realidad es algo que has acabado imponiéndote, algo que “debes hacer”.

Algunas prácticas que puedes realizar para ser más asertiva

  • Aprender a decir “no” te ayudará a marcar unos límites entre tus deseos y las exigencias de aquellos que te ven cómo una persona “que siempre dice SI. No te van a querer menos por negarte a satisfacer sus peticiones en algún momento.
  • No des por cierto lo que piensan los demás. Procura apartar de tu cabeza pensamientos como: “qué dirán”, “pensarán que soy mala persona”, “le voy a defraudar” o “es mi deber”. ¿A caso tienes una bola de cristal que lee el pensamiento de los demás? ¿Quién te dice que la otra persona va a reaccionar del modo que tú crees? Y como no lo sabes, relájate y haz lo que te gustaría hacer en ese momento.
  • Libérate de la culpabilidad por responsabilizarte de unas acciones que nadie te ha obligado a tener y que, si no cumples, acaba por hacerte creer que hieres los sentimientos del otro. Piensa primero en ti, priorizándote, colocándote en el primer lugar de esa lista de tareas pendientes y deseos.
  • Confía en ti y en tus opiniones. Expresa lo que piensas y lo que sientes de un modo respetuoso si no estás de acuerdo con una petición.
  • Expresa lo que sientes y deja claro lo que quieres. Los demás no son adivinos, no pueden leer tu mente. Así que, por mucho que te quejes si la otra persona no sabe cuales son tus deseos o preferencias, nunca serán conscientes de lo que te pasa. Comunicándote de un modo asertivo lograrás que los demás te comprendan y estén dispuestos a ayudarte en lo que necesites.
  • Reflexiona sobre los momentos en los que no eres asertiva. Te dejo unas cuantas preguntas* para que puedas responderlas después de observarte en ciertas situaciones en las que repites un mismo patrón de conducta ante tu falta de asertividad:
    • ¿Con quién ocurre?
    • ¿Cuándo ocurre?
    • ¿Qué es lo que me preocupa de la situación?
    • ¿Cómo lo suelo afrontar normalmente?
    • ¿Por qué no soy asertiva con esta conducta concreta? ¿qué temo que ocurra si me muestro asertiva?
    • ¿Cuál es el objetivo que persigo al querer cambiar mi conducta?

* preguntas obtenidas del libro “La Asertividad expresión de una sana autoestima” de Olga Castanyer

Aprender a ser asertiva te permitirá sentirte más vital, creará motivación en tu día a día y, sobre todo, vivirás decidiendo por y para ti, sin desgastes, bajo el criterio de tu propia felicidad.

Sentirás que las riendas de tu vida las manejas únicamente tú.

Buscar el bienestar de los demás es un valor maravilloso, pero no te olvides de ser tú misma, de defender tus pensamientos y deseos.

Cómo liberarse de la culpabilidad por querer tiempo para ti

Cómo liberarse de la culpabilidad por querer tiempo para ti

Si hay un sentimiento que te invade cuando eres madre es el de amor. Un amor incondicional, sin pensar en recibir nada a cambio, en el que das porque crece en ti una inmensa gratitud por la felicidad que te proporciona ver crecer a tu hijo.

Pero dar sin preocuparte de tu propio bienestar emocional y físico, acaba por sumergirte en una trampa a la que caes sin darte cuenta. Te sientes atrapada en una vida que gira en torno a tu familia y a las necesidades de los demás hasta que, un día, empiezas a necesitar liberarte de la culpabilidad por querer tiempo para ti.

La maternidad te regala momentos maravillosos. Eres inmensamente feliz cuando sientes a tu bebé crecer dentro de ti, cuando meses después lo sostienes en tus brazos, cuando ves que se ha convertido en un joven que ya no necesita de tu protección.

Pero, en ocasiones, toda esta muestra de generosidad que desprende tu maternidad puede hacer que absorba parte de ti, relegarte a un segundo plano dentro de tu propia vida. Te vuelves tan dependiente de dar a los demás que te olvidas de darte a ti.

Vas acumulando en tu interior toda esa carga extra que supone ser “una madre perfecta”. Te vas llenando de frustración, de tristeza a ratos, de agobios, de rabia, de cansancio…

Quieres explotar, pero te vas conteniendo porque te da vergüenza reconocer que no puedes más. Temes que te juzguen, que te echen en cara que “eres una exagerada”, que te digan “así es la maternidad”, que “eres una madre y tu deber es dedicarte a los demás”, que te digan “no” si pides ayuda…

Y sigues aguantando, callándote, quitándole importancia a tus emociones y sensaciones de malestar, sigues justificándote, culpándote…

Necesitas liberarte de la culpabilidad por pensar primero en ti

En tu interior sabes lo que necesitas para no sentirte mal: liberarse de la culpabilidad por querer tiempo para ti, por desear espacio donde solo estés tú, donde el tiempo sea únicamente tuyo.

Y es que la culpa sostenida, juzgarte por tu conducta o pensamientos de forma recurrente porque piensas que estás trasgrediendo ciertas normas o códigos éticos, acaba por relegar tu autoestima a niveles nada sanos.

En esto influye, de un modo importante, el creer más las historias que creamos en nuestra cabeza que a la propia realidad. Esa realidad paralela que, como si fuera el demonio de tu conciencia, te va convenciendo de “lo malo que es pensar en cuidarte y priorizarte para sentirte bien”.

Y ¿Cómo hacer desaparecer esa sensación de culpa por pensar primero en ti?

Algunas claves para liberarse de la culpabilidad por dedicarte tiempo

El autocuidado es una de las partes que conforman la autoestima. El dejarte de lado, el no cuidarte tanto física como mentalmente, por anteponer a los demás antes que a ti, provoca un efecto devastador en tu estado anímico.

Porque si bien, en los inicios de la maternidad no le das mucha importancia, a medida que pasan los meses, o incluso los años, te das cuenta de que esa persona que ves reflejada en el espejo no es la persona que te gustaría ver. Sin duda, el tener un hijo nos cambia externa e internamente, pero la dedicación a tu familia –de un modo extremo– puede hacerte perder de vista tus propias necesidades.

Si le das prioridad a tu espacio personal para desconectar de tu rutina diaria, empezarás a cuidarte y sentir que puedes ser una madre que se quiere y se gusta. No para satisfacer a los demás sino para que tú te sientas bien contigo misma.

– Procura no abusar de los “aprovecho que voy a…” cuando tienes que hacer recados: “ya que tengo que ir a comprar aprovecho para ir a la peluquería” o “ya que dejo a mi hijo en el fútbol aprovecho para tomarme algo mientras”. Aunque no lo parezca, te estás dando excusas para no sentirte culpable ya que estás justificando ese momento de placer.

Tienes que empezar a olvidarte de disponer de él en forma de limosna. Es decir, tienes que dedicarte un tiempo de calidad, pero de verdad, de esos que te agendas como si de una amiga se tratara.

Tampoco es conveniente considerar como tu tiempo, despertarte una hora antes o acostarte una hora después que los demás para realizar tareas, aunque te gusten. Vuelves a justificar tu modo de actuar para no sentirte culpable. Estás dejando de cuidarte –hipotecas horas de tu sueño– por los demás.

Para evitar esos momentos de remordimiento, míralo como si fuera una cita contigo misma. Irte a tomar un café porque sí o irte a comprar ropa – importante ¡solo tuya! – o leer un libro al parque, por ejemplo. Una buena opción sería agendarlo en el calendario.

¿A que si quedas con una amiga te sientes menos culpable? Pues ahí lo tienes. Piensa en ti como si fueras tu mejor amiga. Aquella a la que le regalas un capricho, a la que cuidas cuando se siente mal, a la que animas, a la que le deseas todo lo mejor porque la quieres.

El autorrespeto también forma parte de la construcción de la autoestima. Respetarte significa que te mantendrás firme ante los demás cuando juzguen tus acciones, tus pensamientos, tus deseos.

Para liberarse de la culpabilidad por querer tiempo para ti, debes dejar de justificar tus actos y respetar tu propio juicio. Solo tú sabes lo que realmente necesitas para sentirte feliz y plena. Tienes que cambiar el chip y no creer que estás haciendo algo malo y de un modo egoísta.

Se trata de respetarte tú y de que los demás también te respeten. Aquí entra en juego el atreverte a ser asertiva. Decir no cuando toque, exponer tu opinión sin temor, hacerles saber cómo te sientes y lo que necesitas. Piensa que los demás no son adivinos y no pueden leer tu mente.

– Pide ayuda si la crees necesario. Ya sabes que las superwomen no existen y, sacrificarse, quizás no se la mejor opción y, mucho menos, ser exclusividad de la maternidad.

Pon límites. Procura que los que te rodean sepan que tu espacio es solo tuyo, un rinconcito valioso en el que solo estás tú contigo misma, que tus momentos no son cuestionables y que son exclusivos para ti.

Una pista: no existen las urgencias –a no ser que se queme algo o el niño se haya caído– por lo que mamá no estará disponible para nada ni para nadie durante su desconexión del mundo.

Querer tiempo para ti no es un capricho, es un derecho

Así que recuerda: disponer de tiempo para ti no es un capricho, es un derecho que toda persona, y en especial las madres, debemos tener.

Verás como, con este cambio en tu mentalidad, irás transformando esa sensación de malestar por creer que estás haciendo algo mal, en una sensación de serenidad y disfrutando del momento.

Solo así lograrás liberarte de la culpabilidad, vivirás en paz contigo misma y podrás compartir tu felicidad con los que te rodean.

“El asumir la responsabilidad de mi felicidad me vigoriza. Me devuelve la vida a mí mismo”

Nathaniel Branden

En definitiva, estás en tu derecho de disfrutar de tu tiempo, de sentirte relajada, tranquila, sin culpabilidades. Créetelo, cree que te lo mereces de verdad, que ese pedacito de silencio es ahora tuyo y de nadie más.

Y hazlo saber a todos. Di con firmeza que es tu derecho, que eres una madre que necesita ese tiempo de descanso para disfrutar. Porque para ser una madre plena, feliz y sin culpabilidades, lo primero es sentirte merecedora de tu tiempo, de ese espacio valioso, exclusivo que te llena y que te pertenece.

¿Y tú cómo llevas la maternidad? ¿Has logrado tiempo para ti o te cuesta priorizarte sin sentirte culpable? ¿Te animas dejarme un comentario con tu experiencia?

Lo que me ha enseñado este extraño año 2020

Lo que me ha enseñado este extraño año 2020

Ha sido un año difícil, incierto, de pocas alegrías… aunque de mucho aprendizaje. Y en eso estoy, en ir repasando cada uno de estos doce últimos meses y anotando todo lo que me ha enseñado este extraño año 2020.

Pero no quiero que este sea un post únicamente de lo que he sentido, sino que me gustaría que sirviese como reflexión para ti también. Que te inspire a darle valor a todo aquello que te ha sucedido, que has experimentado.

Yo le estoy dando vueltas a la idea de cuánto hemos tenido que adaptarnos en una sociedad acostumbrada a su rutina de siempre, a las prisas, a vivir en piloto automático, a planificar meses vista.

¡Y vaya si nos hemos adaptado! De nada sirve resistirse a algo que no está en nuestra mano cambiar. Aceptar la situación y seguir adelante ¿no te parece?

Sin duda ha sido un año para olvidar, sumergiéndonos en una llamada «nueva normalidad». Una normalidad a la que ya –sin darnos cuenta– le hemos eliminado la etiqueta de «nueva». Porque como siempre ha sucedido, las sociedades se amoldan y acaban por fluir con el cambio para seguir adelante y sobrevivir.

Creo que este año, más que nunca, he aplicado lo que un día me tatué en mi muñeca… “Carpe Diem” o lo que es lo mismo “Aprovecha el momento”.

Dicen que todo tatuaje tiene su significado, que cuando decides grabártelo en tu piel es porque deseas tener esa imagen de inspiración bien presente. Así lo hice yo hace unos años. Justo en un momento de mi vida en el que empezaba a sentir que algo estaba cambiando dentro de mi, que necesitaba vivir el presente con fuerza para empezar a ver mi futuro.

La verdad es que, este extraño año 2020, me ha enseñado que nuestra realidad puede cambiar en un suspiro, sin apenas darte cuenta.

Te quedas sin trabajo, pierdes a un ser querido, contraes una enfermedad que ni sabes como te va afectar… Tu mundo para… de golpe… sin previo aviso.

Y ahora miro ese tatuaje para no olvidarme de disfrutar cada uno de los días que me regala la vida.

He aprendido a no mantenerme en la tristeza, a pesar de que ha sido un año en el que la montaña rusa emocional ha hecho estragos. Quizás, por mi excesiva empatía, que en ocasiones me hace conectar y recoger el dolor de los demás como si tuviera un imán.

Siempre he disfrutado con el silencio, aunque este año hubo demasiado de un silencio que apenas tenía que ver con mis momentos de desconexión en mi rinconcito de soledad. Era una ausencia de rutina, de realidad a la que estábamos acostumbrados. Nada de coches en marcha, nada de jardineros cortando setos, nada de niños jugando en la calle…

Pero todo volvió a lo que era, o al menos a la vida en movimiento. Así que buscar un nuevo tipo de desconexión fue otra de las enseñanzas que me ofreció este año. Ya no encontraba inspiración en un silencio impuesto, sino que mi rincón de reflexión lo disfrutaba con todo lo contrario: los pequeños ruidos que llegaban del exterior. Curioso, ¿verdad?  

Con esto quiero decirte que debes encontrar la forma de adaptarte a cada situación de cambio, de amoldarte a las nuevas experiencias, si es necesario, con unos nuevos hábitos o con acciones que te proporcionen la tranquilidad que buscas.

Como madre, aprendí a ver las fortalezas de mi hijo ante la nueva situación que estaba viviendo. Su admirable adaptación al cambio –como siempre ha hecho– y con la mejor actitud posible ¡Cuánto debemos aprender los mayores de los más pequeños!

Estamos a pocas horas de despedir este 2020. Espero que te haya hecho ser más fuerte, que te haya hecho ver la vida de otra manera, que te hayas dado cuenta de lo importante que es disfrutar con lo que tienes y con quienes te rodean.

Y para el 2021 te deseo que sigas aprendiendo más, mucho más. De ti, de quién eres, de lo que sientes, de tus emociones. Que tengas inspiración para crear, para motivarte con lo que te gusta o con lo que te mueve. Que encuentres tu para qué, tu propósito y avances en tu camino hacia la persona que quieres ser.

Mil gracias por estar ahí, leyéndome y dejándome formar parte de un ratito de tu tiempo, despidiendo juntas este extraño año 2020.

Si te apetece compartir conmigo lo que te ha enseñado este año, ¡no dudes en escribir en los comentarios!

¡Feliz Año 2021! Un año que espero te regale todo lo mejor.

Aprender a conocerte para volver a creer en ti

Aprender a conocerte para volver a creer en ti

¿Sabrías decirme quién eres? A simple vista parece una pregunta sencilla de responder. Párate un momento y reflexiona sobre ella…

¿Tienes la respuesta? Es posible que no te haya sido fácil encontrarla o que incluso no hayas podido dar con ella.

Saber quién eres es la clave para un crecimiento personal guiado por tus valores, por lo que representa vivir una vida llena de propósito y de significado.

Y es que, si hay algo que te ayudará a guiarte en tu camino hasta encontrar esa vida plena y con sentido, es aprender a conocerte para volver a creer en ti.

«La esencia de la autoestima es confiar en la propia mente y saber que somos merecedores de la felicidad.»

Nathaniel Branden

Perder la confianza en ti, perder tu autoestima

Cuando pierdes la confianza en ti misma, cuando ya no eres capaces de creer en ti, la forma en cómo te miras y te piensas, adquiere un cariz tan negativo que lo único que asoma es la figura de una persona sin autoestima, sin ilusiones, sin motivaciones en la vida.

Ves el reflejo de alguien que no encuentra nada positivo en ella. Buscas y no encuentras. Te comparas con los demás y te hundes más.

Quieres avanzar para borrar esa imagen que no te gusta de ti, pero te enfadas contigo misma porque te sientes inútil por no poder cambiar, por “no ser perfecta” como ese ideal de mujer al que quieres llegar pero que ves tremendamente lejos…

Es, ese momento, en el que te abandonas. Te dejas llevar por tu historia, tu diálogo interior, tu creencia de que eres menos que los demás, de que nunca lograrás ser quién quieres ser.

Y acabas sintiendo un vacío interior en el que, lo único que aciertas a ver, es un oscuro túnel dónde nada tiene sentido, en el que no sabes hacia dónde ni cómo dirigir tu vida, en el que creer en ti resulta una odisea. ¿Dónde fue a parar tu mayor tesoro, tu autoestima?

¿Quién quieres ser? Aprender a conocerte

Quizás logre adivinar que tu mayor deseo es llegar a ser una persona feliz. Pero, para serlo, necesitas descubrir quién eres, qué te mueve en la vida, qué valores te impulsan.

Aprender a conocerte, ser consciente de quién eres, significa verte en un espejo. Sacar a la luz tus fortalezas, tus virtudes, todo lo bueno que tienes dentro de ti. Aunque, también, supone reconocer y enfrentarte a tus creencias, a tus miedos y a esos pensamientos negativos que te ahogan en ciertos momentos.

Gracias al autoconocimiento, lograrás acceder a esos rincones –más profundos– que mantienes cerrados por miedo a lo que pueda surgir. Te permitirá mirar en tu interior, reflexionar, cuestionarte el modo en que interaccionas en el mundo, en cómo lo observas, en cómo lo traduces para ajustarlo a tu marco mental.

«Nuestra mente es nuestro instrumento básico de supervivencia. Si se traiciona ésta, se resiente la autoestima»

Nathaniel Branden

Nathaniel Branden, en su magnífico libro Los seis pilares de la autoestima destaca que: vivir la vida de un modo consciente, es vivir la vida siendo responsable de la realidad que te rodea, aceptarla tal y como viene, sin excusas.

De este modo, lograrás estar presente, viviendo el momento, sin evadirte y permitiéndote poner la semilla de la curiosidad hacia tu mundo interior: tus sentimientos, necesidades y motivaciones.

Aprender a conocerte es –en palabras de Branden– considerar “tu miedo y tu dolor como señales para no cerrar los ojos sino para abrirlos más, no para desviar la mirada sino para mirar más atentamente”.

Compromiso y constancia para cambiar

Volver a creer en ti, conectar de nuevo con tu autoestima, no es tarea fácil. Deberás tener paciencia, constancia, compromiso contigo misma.

Empieza por modificar tus pensamientos negativos hablándote en positivo. Busca lo bueno que tienes, aquello que te hace diferente y única. Seguro que lo tienes, ¡todos lo tenemos!. Puedes pedir ayuda a alguien cercano tuyo y que te diga que ve de especial en ti. Te sorprenderá el modo en cómo nos vemos y como nos ven los demás.

Escribe, cada mañana, uno o varios agradecimientos a aquello que esté contribuyendo en tu vida. Reflexiona… puedes agradecer el poder estar respirando cada día, el poder ver amanecer, el poder sentir el aire fresco, el tener unos hijos maravilloso o un marido que te apoya en todo momento. Busca cosas cotidianas que envuelvan tu vida y te aporten, por muy pequeño que sea.

Si lo necesitas, no dudes en contactar con un especialista como puede ser un coach para ayudarte y guiarte en este proceso. Piensa que no está sola en este camino.

Y llegará un día en el que te darás cuenta de que eres perfecta tal y como eres, de que no necesitarás compararte con nadie más. De que volverás a tener ilusiones, seguridad en ti misma, aceptándote y valorándote, siendo capaz de retarte si te lo propones.

Tus pensamientos ya no te consumirán porque sabrás centrarte en lo que verdaderamente importa, en lo que tienes control, en lo que está en tu mano. Pasarás de dejarte llevar a tomar las riendas. Te convertirás en alguien que, ahora sí, vive conscientemente, sabiendo quién es, a dónde quiere llegar.

Habrás aprendido a conocerte, habrás vuelto a creer en ti…

«La raíz de nuestra autoestima no está en nuestros logros sino en aquellas prácticas generadas desde el interior, que entre otras cosas, nos permiten alcanzar aquellos logros»

Nathaniel Branden

Por qué debes dejar de ser una mamá multitarea

Por qué debes dejar de ser una mamá multitarea

Si quieres llevar una vida sin estrés, sentirte más eficaz con tu tiempo y, además, tener la capacidad de disponer y disfrutar de momentos para ti, deberías empezar a pensar en dejar de ser una mamá multitarea.

¿Cuántas veces te has sentido como un robot tratando de hacer mil y unas cosas al mismo tiempo? Parece como si ser madre viniera acompañada de la obligación de cumplir todas y cada una de las tareas que nos van surgiendo –y nos ponemos nosotras– a lo largo del día.

Yo misma reconozco que la maternidad me da muchísimas cosas buenas, pero también supone cargar con un extra de responsabilidad que, en ciertos momentos, nos hace querer controlarlo todo para no fallar.

El término multitarea hacía referencia a la capacidad que tenían ciertos ordenadores IBM –en la década de los sesenta– para ejecutar múltiples tareas con un solo procesador, algo que se desvirtuó con el tiempo identificando el concepto con la capacidad, de una sola persona, de hacer múltiples actividades simultáneamente.

Ciertamente, las personas sí tenemos esa habilidad, pero no la de ser capaces de centrar nuestra atención en diferentes cosas al mismo tiempo. Lo que se traduce en olvidos y errores por dispersarnos en mil cosas.

Hablar de mamás multitarea no es hablar de una superwoman capaz de dividirse para llegar a todo –corriendo como pollo sin cabeza en la mayoría de las veces– sino de una persona que acabará el día más estresada de lo que lo empezó.

Cómo te afecta querer abarcarlo todo

Pues siendo una persona estresada, menos exigente, desmotivada en ciertos momentos y, lo peor de todo, sin tener tiempo para ti.

Ya lo dice Gary Keller en su libro “Lo Único”: «No es que nos falte tiempo para hacer todas las cosas que tenemos que hacer, es que sentimos la necesidad de hacer demasiadas cosas en el tiempo que tenemos»

Así que, si pensabas que hacer infinidad de cosas a la vez era la salvación para sobrellevar tu vida, siento decirte que estás equivocada. La multitarea no te va a ahorrar tiempo, lo único que vas a conseguir es malgastarlo.

Nuestro cerebro no está diseñado para centrar la atención plena en dos tareas simultáneamente. Lo que consigues, cuando te pones en modo multitask, es dividir tu atención y reducir tu eficacia en el resultado de todo lo que estés haciendo al mismo tiempo.

“La multitarea no es más que la oportunidad de fastidiar más de una cosa a la vez”

Steve Uzzell

Una madre multitatarea es, por lo general, aquella que se cree capaz de controlar y realizar todo lo que se ha propuesto. Vamos, lo que viene a ser una superwoman. Es madre, esposa, mujer trabajadora y está siempre dispuesta para todo y para todos… aunque para ella nunca hay tiempo.

Si te has sentido identificada, seguro que sabrás de lo que te estoy hablando.

Tienes en mente todos los detalles de tu día a día, intentando planificarte para encajarlos como un Tetris pero es que, además, cargas a tus espaldas la agenda de actividades de tu familia.

Con todo este coctel ¿cómo crees que puede afectarte en tu vida? Pues anteponiendo el bienestar de los demás al tuyo. En definitiva, que acabas siendo exigente contigo misma para lograr satisfacer a todos pero no lo eres para tus propias necesidades.

Es por eso que, esa capacidad para absorber todo lo que te echen encima, termina por volverse en tu contra y por afectarte emocionalmente. Ni te sientes plena con tu vida –vives más para los demás que para ti–, ni motivada, ni disfrutas del tiempo con los que te rodean porque tu mente va dando tumbos recordando “todo lo que tiene que hacer”.

Pero ni siquiera eres feliz con tu tiempo ¿sabes por qué? Porque apenas dispones de él y el poco que tienes lo necesitas para descansar.

Las consecuencias, por pretender llevar una vida con el cien por cien de tareas tachadas al finalizar el día, no son nada beneficiosas para tu salud física ni mental, ni siquiera para los que te rodean.

Porque, viviendo en esta sociedad frenética en la que palabras como “ahora” o “para ya” han pasado a ser parte de nuestro vocabulario diario, presagiar que podemos deshacernos de ellas en nuestro contexto familiar resulta prácticamente imposible.

Así que plantéate esta pregunta:

¿Cómo puedo dejar de ser mamá multitarea para pasar a ser más efectiva con mi tiempo?

Empieza por la organización. Es primordial para lograr llevar a cabo las tareas marcadas en tu día a día, hacerlas de una en una y con plena atención. Saber qué hacer y cómo, escogiendo la que mejor se adapte a tu energía mental y a tu contexto en ese momento, te permitirá ser más efectiva con tu tiempo.

Si mientras estás en la oficina, escribiendo el informe para tu jefe, te acuerdas de pedir cita al médico para tu hijo ¿qué crees que pasará si paras lo que estabas haciendo para llamar? Que la concentración en la tarea se perderá porque tu cerebro se centrará en otra acción, provocando olvido y errores cuando reanudes tu actividad inicial.

Como ves, no te hablo de gestionar el tiempo –algo imposible– sino de ser eficaz con el que tienes, de estar por lo que estás sin que nada más ronde tu mente, de tener atención plena y sin distracciones. De empezar y finalizar sin dejar nada a medias.

Para y reflexiona. Antes de ponerte a hacer cosas como si no hubiese un mañana piensa en lo que tienes por delante y qué significado tiene para ti. Pregúntate ¿Qué pasaría si no lo hiciera? ¿Es absolutamente necesario realizarlo hoy? Mira más allá y ponlo en perspectiva.

Pon límites. A ti y a los demás. Evitarás los momentos de angustia por querer satisfacer a todos sin que nada falle por el camino.  

Ten presente tu círculo de influencia o lo que es lo mismo, ocúpate de lo que está en tu mano y no te centres en preocupaciones. Lo único que hacen es emborronar tu mente sin darte soluciones.

Si algo no lo puedes controlar ¿para qué darle vueltas? Aparentar ser una madre con el total control de su vida lo único que te llevará es al desánimo y a la quemazón. No luches contra lo que no puedes y dedica, ese tiempo valioso que te pertenece, a encontrar opciones en lugar de obstáculos.

Sé menos protectora con tu familia. Eres madre y te desvives por tus hijos, eso es normal, pero debes comenzar a darles más libertad, a permitirles aprender de sus errores y de sus frustraciones.

No quieras estar en todo momento supervisando todo lo que hace. Deja que se equivoque con los deberes, que tropiece, que experimente, que exprese quién quiere ser. Pero no controles, no sobreprotejas porque lo que conseguirás será sentirte estresada por querer su bienestar a toda costa, sumergiéndote en un miedo constante por lo que le pueda pasar.

Un miedo que, sin quererlo, le acabarás transmitiendo y que se traducirá en un niño asustadizo, con una baja autoestima y con pocos recursos para sobrellevar cualquier contratiempo.

Dar espacio te liberará de ese tiempo extra que dedicabas a tus hijos por querer protegerlos en todo momento, además de ganar en salud emocional y vivir en un ambiente familiar más relajado.

En definitiva, dejar de ser una mamá multitarea te proporcionará una mayor concentración en lo que estás haciendo, serás más eficiente con tu tiempo y ganarás en bienestar emocional.

Y, sobre todo, obtendrás tiempo de calidad con tu familia, pero también para ti, para disfrutarlo como te mereces.