por Helga García Coach | Oct 22, 2021 | Alta Sensibilidad
Una de las claves, para empezar a abrazar tu alta sensibilidad y sentirte bien con quién eres, es ser consciente de tus pensamientos y del modo en cómo te hablas.
Si hay algo que nos caracteriza a las personas altamente sensibles es, sin duda, nuestra forma tan profunda de pensamiento. Somos capaces de reflexionar y analizar intensamente nuestras propias experiencias, sentimientos, emociones, incluso ideas o cualquier aspecto a nuestro alrededor que nos haya llamado la atención.
Toda esta profundidad de procesamiento en nuestro pensamiento provoca que, las PAS, tengamos una rica vida interior. Algo bueno para facilitarnos el autoconocimiento y responder a preguntas existenciales que nos hacen estar conectadas a la vida.
Aunque, por otro lado, esta capacidad para analizar también puede llevarnos a un intenso diálogo interior en el que surjan dudas sobre nuestra forma de ser y experimentar el mundo, provocando –en ocasiones– el rechazo de ser como una es. En definitiva, a no aceptar el rasgo PAS.
Me gustaría invitarte a reflexionar en el modo en cómo te hablas para poder ser consciente de que, si tienes una mirada positiva y comprensiva hacia ti, podrás empezar a abrazar tu alta sensibilidad.
Cómo te sientes cuando te hablas de un modo negativo
La mente PAS es muy viva, activa y tremendamente reflexiva. Esta combinación de actividad mental llega a causar tal saturación que acaba por transformarse en cansancio, bajada de energía, malestar físico o dificultad para concentrarse. Una serie de efectos negativos que dificultan el día a día de cualquier PAS.
Así que, cuando no eres consciente de tu rasgo, de lo que implica en tu vida, de cómo te afecta, transformas tu incomprensión en negación. No deseas ser así y concentras tu atención únicamente en la parte que más te incomoda de tu alta sensibilidad.
La rechazas y, con este rechazo, entras en un bucle de pensamientos en los que el modo en cómo te hablas acaba por crear una realidad acorde a tu negatividad.
Te sientes frustrada porque no entiendes que puedas experimentar el mundo de un modo tan diferente a los demás. Te preguntas continuamente porqué te emocionas tanto con cualquier cosa, porqué te irritas tanto ante una injusticia, porqué te cansas antes que los demás sin apenas haber hecho nada, porqué te sienta mal el estar rodeada de tanta gente…
Cuestionas cada una de las sombras de tu rasgo. Y toda esa maraña mental intentas compensarla con recuerdos de momentos que hicieron sentirte feliz y a gusto. Rescatas experiencias que permanecen tan vivas dentro de ti como si fueran agua cristalina.
Y eso también es parte de tu rasgo. Tener la capacidad de revivir instantes con una claridad que parece como si estuvieras viviéndolos en este momento: ese paseo adornado con un paisaje lleno de color, ese reencuentro con una amistad que conociste hace tiempo, esa sensación de plenitud cuando hiciste esa escapada tan esperada…
Aunque llevado a un extremo, lo que intentas hacer es esconder tu presente para evitar enfrentarte a esa parte de ti que no aceptas. Te hablas de un modo negativo, convenciéndote de que tu forma de ser es «equivocada» y que nunca podrás ser como los demás.
Rehúyes de la acción para permanecer en la queja, en la comodidad de una realidad que te es cómoda como la de esos recuerdos de momentos positivos.
Cómo cambiar el modo en cómo te hablas para abrazar tu alta sensibilidad
¿Sabías que la forma en cómo te hablas hace que crees tu realidad? Sí, amiga sensible. Es hora de que empieces a quererte, a aceptar que tu forma de experimentar el mundo es increíblemente maravillosa. A pesar de sus sombras, de todo aquello que hace que, tu día a día, sea algo más complicado que a los demás.
Porque la alta sensibilidad, también tiene un lado de luz. Vivir lo que te rodea intensamente, saber como se siente la persona que tienes delante solo con mirarla, transmitir amabilidad y comprensión, percibir mil y una sensaciones, disfrutar enormemente de tu soledad, de tu creatividad…
Y para lograr este cambio debes conocerte, aprender a reconocer tu alta sensibilidad en ti, sus características y saber gestionar esos momentos más molestos y que perjudican tu rutina diaria. Solo así empezarás a verte con otros ojos y a darte cuenta de que, para quererte, tienes que aceptarte tal y como eres.
Conocerte te llevará a ser consciente del momento presente y de cuándo estás anclándote a ciertos pensamientos o sensaciones. De este modo sabrás cuándo tienes que parar para sentirte más calmada.
Es momento de ponerse en acción y cambiar el modo en cómo te hablas. Te permitirá sentirte bien contigo misma y a disfrutar de una mejor autoestima.
¿No te parece buen motivo para empezar a abrazar tu alta sensibilidad y vivir disfrutando de quién eres?
Si necesitas aprender a conocerte y a gestionar las sombras de tu rasgo para vivir una vida de disfrute y calma, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Solicita un encuentro virtual gratuito con mi «Café entre amigas« o envíame un WhatsApp para explicarme tu situación.
Juntas trabajaremos en construir una vida en equilibrio donde puedas conectar con tu alta sensibilidad y sentir la calma de ser quién eres.
por Helga García Coach | May 31, 2021 | Alta Sensibilidad, Crecimiento Personal, Reflexiones
Si hay una emoción que describe a la perfección el momento en el que descubres que eres una persona Altamente Sensible es, sin duda alguna, la de alivio.
Alivio porque, por fin, te has quitado esa pesada mochila que llevabas arrastrando toda tu vida: la de no saber por qué tu forma de sentir, de emocionarte, de percibir todo lo que te rodea hasta el más mínimo detalle podía ser tan diferente al resto.
Cuando descubres tu alta sensibilidad te das cuenta de que ya no estás sola, de que tu particular manera de experimentar la realidad coincide con otras muchas personas.
No te voy a negar que siempre he tenido la sensación de que, mi forma de ser y estar en el mundo, no encajaba muy bien con el estándar de una sociedad que –por regla general– ve con mejores ojos a personas extrovertidas, muy comunicativas, con facilidad para hacer amigos allá donde van o que se muestran cómodas bajo la presión de la competitividad.
Y cuando ves que todas esas etiquetas no te representan, o no te identificas con ellas, acabas viviendo con la eterna sensación de que eres «un bicho raro» y que tienes un problema que debes solucionar para intentar ser como los demás.
Así que, puedes resolverlo de dos maneras. No haciendo caso a lo que piensen los demás, manteniéndote fiel a tu esencia, es decir, a tu particular manera de sentir el mundo o decides que lo mejor es tragarte tus «manías». Opción, que confieso, escogí yo.
Asumí que «lo correcto» –para no desentonar en mi entorno– era salir de fiesta aunque me saturara; hacerme la fuerte, bloqueando mis emociones para no sufrir y mostrarme vulnerable; o intentar disfrutar de conversaciones superficiales aunque me resultaran tremendamente aburridas.
Pero esta negación de esa parte de mi, no solo hizo que «no fuese como los demás», sino que se convirtió en un actuar por el mundo distinto al modo en cómo yo lo interpretaba, lo sentía y lo percibía.
Y el resultado final es que acabas comparándote con los otros, creyendo que nunca podrás estar “a la altura” y logrando, en algunos casos, que tu autoestima se desmorone. Te ves caminando por la vida sin comprender por qué eres así, sintiendo que tu forma de ser te hace valer menos que los demás.
Hasta que un día todo cobra sentido y descubres que no eres un bicho raro. Te das cuenta de que, todo lo que considerabas extraño y peculiar en ti, forma parte de tu personalidad: la de una Persona Altamente Sensible (PAS).
Qué significa ser una persona con alta sensibilidad
La Alta Sensibilidad, descubierta por la psicóloga Elaine Aron, es un rasgo hereditario que se da entre el 15%-20% de la población y en igual medida entre hombres y mujeres.
Por lo tanto, no se debe hablar de trastorno ni de enfermedad sino de una característica del procesamiento sensorial que ciertas personas poseen. Personas que, en un alto porcentaje, tienden a ser introvertidas aunque también encontramos PAS extrovertidas.
En sus estudios, Elaine Aron menciona que las Personas Altamente Sensibles –PAS– nacen con un sistema nervioso que les permite percibir y procesar los estímulos internos y externos de un modo más intenso que las demás.
Pero no por ser extremadamente sensible puedes ser considerada PAS. Para saber si posees este rasgo de personalidad tienes que cumplir, sin excepción, estas cuatro características:
- Tener una alta capacidad de atención y consciencia de todo lo que te rodea, procesando la información de un modo más profundo (darle vueltas a las cosas, excesivo diálogo interior, etc.)
- Tener una gran emocionalidad y empatía, experimentando las emociones –ya sean negativas como positivas– más intensamente. Asimismo, las PAS tienen una gran capacidad para ponerse en el lugar de la otra persona hasta el punto que pueden asumir las emociones ajenas como suyas propias.
- Tendencia a la sobreestimulación provocada por la capacidad de absorber un exceso de información y reflexionar profundamente sobre sus propias experiencias.
- Gran sensibilidad para las sutilizas lo que las hace capaces de percibir hasta el mínimo detalle de los estímulos recibidos a través de sus sentidos.
“La única forma de llegar a tolerar e incluso a disfrutar del hecho de estar en el mundo es estando en el mundo”
Elaine Aron
Quizás ya te identificaras con este rasgo o puede que sea la primera vez que oyes hablar de él y te hayas sentido identificada y aliviada por saber que no estás sola y que toda una vida de incomprensión ahora tiene respuestas.
Lo que está claro, es que cuando descubres que eres PAS, logras poner luz a tu pasado y a tu presente, completar el puzle con esas piezas sueltas que tanto te descolocaban. Y, sobre todo, empiezas a disfrutar de tu verdadero sentir, de tu modo especial de experimentar el mundo.
Recuerdo que, en mi caso, fue como encender una chispa. De repente se fueron iluminando experiencias, sentimientos, acciones que había realizado a lo largo de mi trayectoria vital y que me costaban entender.
Como la conexión tan intensa que tengo con las emociones de los demás, en especial, con personas que son importantes para mí o con situaciones externas de alta carga emocional. Algo que me descolocaba hasta que supe de mi rasgo PAS.
O esa necesidad de desaparecer, de alejarme de todo, para aislarme en mi rinconcito de soledad, aunque solo sea por unos instantes, para calmar mis momentos de saturación ya sea emocional o por estímulos que me activan de un modo negativo (demasiado ruido, excesiva gente a mi alrededor, etc) .
Como ves, no estás sola. Hay muchas personas que tienen tu misma forma de experimentar el mundo, de sentir con toda la intensidad posible, de percibir hasta el mínimo detalle, de necesitar momentos de soledad para evadirse de la saturación en el ambiente, de reflexionar hasta la saciedad dando vueltas a ese pensamiento rumiante que no para de saltar de idea en idea.
Estoy convencida de que, descubrir tu alta sensibilidad, te ayudará a resolver tu rompecabezas particular y colocar con claridad todas esas piezas sueltas que, hasta ahora, no sabías encajar. Será como un despertar en el que todo cobrará sentido.
Palabra de PAS 😉
Es tu turno. ¿Conocías el rasgo de la alta sensibilidad? ¿Qué sentiste cuando descubriste que eras una persona Altamente Sensibilidad? ¡Te leo en los comentarios!
por Helga García Coach | May 13, 2020 | Crecimiento Personal
Quién te iba a decir a ti que, en un par de meses, te ibas a convertir en profesora de tus hijos y, además, en toda una experta en conexiones virtuales online. Realmente, la vida está en constante movimiento y es imprevisible pero no me negarás que lo de este año no está siendo una prueba de fuego para todos.
Así que, como estoy convencida de que este desafío lo has conseguido superar –o lo estás intentando– te doy la bienvenida al mundo online de tu hijo que, seamos sinceras, hasta ahora era algo desconocido para ti.
Tiempo atrás escribí sobre la importancia de involucrarnos como padres en las nuevas tecnologías. En aquel post hablaba sobre lo necesario que es entender el idioma digital de nuestros hijos, comprender qué les aporta esa vida online y atreverse a perder el miedo o a vencer el rechazo de ese mundo desconocido para algunos adultos:
«Tenemos que dejar atrás el rechazo a lo tecnológico, conectando con el beneficio que nos aportará comprender el mundo en el cual se mueven nuestros hijos»
¡Francamente, no pensé que aquella reflexión iba a ser tan necesaria en estos tiempos que vivimos!
Pero hoy me gustaría hablarte más de sensaciones, de cómo te puedes llegar a sentir dentro de una realidad que, hasta ahora, no era a la que estabas acostumbrada. Ya sabes que salir de la zona de confort posibilita la creación de oportunidades en tu visión de futuro, ya sean en el ámbito personal, familiar, profesional…
Así que, gracias a este distanciamiento social y al hecho de que, de la noche a la mañana, te hayas tenido que convertir en mamá-profesora, tu mundo conocido ha pasado a otra categoría.
Quizá, si eres una mujer expatriada, el comunicarte con familiares o amigos a través de videollamadas no te haya pillado por sorpresa y sea lo más normal del mundo. En mi caso, que viví dos experiencias vitales fuera de mi país, no ha sido muy diferente.
Aunque sí me sorprende el entusiasmo que desprende la gente en redes sociales inmortalizando el momento del reencuentro virtual. Algo así como cuando el hombre primitivo descubrió «el fuego» pero trasladado a nuestro tiempo.
Con esto quiero decir que, cuando las circunstancias lo requieren, acabamos por adentrarnos en lugares dónde no sospechábamos nunca que íbamos a encontrarnos.
Y estos cambios, sin duda, generan una serie de emociones desagradables. Puedes sentir estrés, agobio, desánimo… Todo ocasionado por esta nueva «normalidad» que, en tu caso, se agrava con la complicada tarea de apoyar, asistir, mentorizar a tu hijo o hijos con sus clases y tareas virtuales.
«Este acercamiento a un mundo que nos parece tan alejado de nosotros, nos llevará a superar diferentes retos: para unos, el ver las nuevas tecnologías como una ayuda en nuestras vidas, para otros el lograr conectar con una juventud dejando de lado la mirada de la incomprensión»
Entiendo tus momentos de impotencia al verte superada ante la desmotivación de tu hijo/s. Este nuevo sistema, al que ha tenido que hacer frente con respecto a sus estudios, no ha sido fácil para ambos.
Hacer comprender a tu pequeñín que no podrá volver al cole, que ahora tiene que estudiar y hacer los deberes en casa, que verá a su profesora a través del ordenador, es una tarea que posiblemente haya minado tu moral.
Para mi hijo, de trece años, tampoco fue un inicio fácil pero, poco a poco, fue organizándose y comprendiendo que tenía que cambiar su modo de hacer las cosas. ¡Tampoco me salvé de tener momentos de desesperación viendo el descontrol que tenía!
¿Qué hice para que todo fluyera en casa? Lo primero fue hablar con él, sentarme con serenidad y preguntarle cómo se sentía, qué dificultades tenía y cómo creía que podía solucionarlo. Aun siendo ya un joven, independiente en sus estudios, todavía necesitaba ese cambio de chip en su cabeza para darse cuenta que no eran unas vacaciones de verano, sino que ahora, su nueva realidad como estudiante era el estar pegado a la pantalla del ordenador y no precisamente para jugar.
En el caso de niños más pequeños, la situación es algo diferente porque no son conscientes de la magnitud del cambio. Para ellos, el estar sentados delante del ordenador viendo a su profesor/a y no poder jugar o el tener que hacer una serie de tareas semanales sin estar acompañado de sus amiguitos, les produce un estado emocional que no llegan a comprender.
Como padres, es en este momento que debemos hacer ver al niño que tiene obligaciones que cumplir, como las tienen papá y mamá. Intentaremos que exteriorice su sentir, que nos diga qué le preocupa, qué dificultades tiene, y para ello es importante compartir nuestros sentimientos y emociones. Transmitirle que nosotros también nos podemos sentir mal o confusos pero que estaremos a su lado, acompañándole y apoyándole.
«Cuando se trata de tus hijos, aspiras a mucho más que a la simple supervivencia. Tu objetivo principal es educarlo del tal modo que le permita progresar»
Daniel J. Siegel
Por tanto, hay que intentar disminuir ese nivel de frustración tanto en los padres como en los hijos. En ti, cuando intentas ayudar a tu hijo a organizarse y a gestionar sus emociones. Y a tu pequeñín cuando siente que toda su rutina escolar y social, se ha vuelto patas arriba.
¿Cómo gestionar esta frustración? Te daba algunas pistas en uno de los episodios de mi podcast Mujer en Positivo: «Consejos para tolerar mejor la frustración». Entre los consejos te comentaba que había que aceptar la situación, el pensar que solo podemos intentar hacer lo que está en nuestra mano. Y, también, que era necesario asumir que todo requiere algo de esfuerzo y que si no sale a la primera, debemos volver a intentarlo.
Ya sea tu hijo adolescente o tu hijo más pequeño, involucrarte tecnológicamente en todo lo que le rodea le aportará mayor seguridad y confianza, además de asegurarte una buena comunicación y comprensión a nivel familiar.
Estoy convencida de que, todo este cambio y nuevos conocimientos, te están ayudando a comprender un mundo al que antes no prestabas atención, básicamente, porque no te interesaba pero al que ahora le ves un sentido.
Habrás tenido que esforzarte, superar reticencias, miedos, ideas preconcebidas sobre algo que desconocías. Pero ¿no crees que ha valido la pena superar el reto de entrar en el mundo online de tu hijo?
por Helga García Coach | Abr 7, 2020 | Vivencias
Me siento extraña en un mundo extraño. Me gusta el silencio, la tranquilidad, huir de aglomeraciones, pero este silencio… no es el de siempre. No se oyen la risas de los niños jugando en el parque, ni las voces estridentes en las terrazas de los bares, ya no hay pitadas de claxon por las carreteras con los atascos mañaneros, ni el barullo de jóvenes saliendo del instituto… solo queda una ciudad vacía…
Ya nada es igual y es que todo cambió con esta maldita pandemia. Nuestras vidas, nuestros hábitos y costumbres, nuestras sonidos de siempre, nuestros abrazos, nuestros besos… Querer hacer tantas cosas y no poder hacer nada…
Miro por la pequeña ventana de mi despacho y añoro al jardinero que cada lunes, puntualmente, se dedicaba a podar el seto del vecino. ¡Hasta ese infernal ruido lo echo de menos!
Cuántas cosas me faltan… ver a la familia, dar abrazos y besos, pasear por la orilla del mar, perderme por la montaña, cruzarme con cualquier desconocido… lo que daría por estar rodeada de gente. Yo, que odio las aglomeraciones, que me sobrepasan e irritan… quizás en otros tiempos o quizás hasta eso cambió.
Y extraño sentir a mi alrededor a esa gente que iba y venía apresuradamente, con su mirada engullida en el móvil, inmersa en su propia individualidad… desconocidos… pero caray, ¡cómo los extraño!
Quiero ver vida, sentirme libre con la tranquilidad de que todo pasa sin más. Quiero bajarme de este tren, de esta montaña rusa emocional a la que me he subido sin darme cuenta y deshacerme de esta sensación de tristeza, incertidumbre y pesadez que sobrevuela el aire, el ambiente de las ciudades, la mirada de las personas que pacientemente guardan cola para entrar a comprar.
«La vida es simplemente un mal cuarto de hora formado por momentos exquisitos»
Oscar Wilde
Volveremos a pasear, a ver el mar, a cruzarnos con el chico del running cada mañana, a jugar en los parques, a ir de tapeo a nuestro bar favorito, a achuchar sin compasión a amistades y seres queridos… Queda menos, ya queda menos ¿lo sientes también?
Desde que todo cambió estamos aprendiendo a valorar lo cotidiano, a sentir que vale la pena el esfuerzo de todos y, como no, el que está en nuestra mano. Pero también, debemos aprender a mirar en nuestro interior y a mostrar nuestra vulnerabilidad, nuestras emociones.
¿No crees que es buen momento para conocernos mejor? ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos? ¿Qué no deseamos? ¿Qué necesitamos cambiar? Hace poco, le comentaba a una buena amiga que ahora necesitaba tomarme un café conmigo misma y reflexionar sobre mis objetivos, sobre algunos “para qué”, los cuales siento que van a ir tomando otro camino.
Y ahora, más que nunca, necesito estar en mi rincón de silencio para pensar y poner en orden ideas. Pero no puedo… así que toca ir en busca de ese lugar perfecto en mi espacio de “confinamiento”, dónde pueda sentir que me aíslo del mundo, de lo que me rodea.
Poner en orden ideas y pensamientos, algo sano por cierto y que te recomiendo para lograr una buena salud emocional. Nunca me he alegrado tanto de aprender a gestionar mis emociones gracias a los recursos que el coaching me ha aportado.
Porque soy (o intento ser) consciente del porqué aparecen ahora sentimientos de un modo más intenso, de cuáles son esos pensamientos que están siendo recurrentes dentro de mi cabeza y que dan vueltas por mi mente de un modo constante y martilleante.
«Nuestra mayor libertad humana es que, a pesar de nuestra situación física en la vida, ¡siempre estamos libres de escoger nuestros pensamientos!»
Viktor E. Frankl
Difícil intentar desconectar de ciertas situaciones que te rompen por dentro… pensar en no poder despedirte de un ser querido si llega su final, en la soledad de quienes están aislados en una fría habitación de hospital, en aquellos que no saben si sus vidas volverán a ser las que eran antes de todo esto…
Todo cambió con esta maldita pandemia y pretender ser la misma persona, sin que un ápice de todo este sentimiento flotando en el ambiente haya tocado algo dentro de nosotros, es prácticamente imposible.
Este es un post escrito desde la honestidad y la sinceridad, algo caótico, sin pensar, tal cual surge en el momento. Pero me apetecía escribirlo porque quizás no vuelva a querer acercarme a este tema más… y es que siento la necesidad de un cambio de perspectiva para afrontar el futuro con la mejor actitud posible, sin recaer en lamentaciones.
Vendrán tiempo mejores, sin duda, y con ellos volveremos a sentir la brisa del mar y el calor del sol mientras permanecemos tumbados sobre la arena de la playa en nuestra toalla de siempre y a caminar por senderos y a estirarnos de los pelos porque nuestro hijo quiere quedarse cinco minutos más en el parque.
Vendrán… seguro que vendrán…
Me gustaría aprovechar, ahora que me estás leyendo, para enviarte un abrazo sincero, y ánimos, muchos ánimos. Me encantaría saber de ti, leerte en los comentarios o, si lo prefieres, a través de un mensaje de email y saber cómo te sientes ¿Te animas a compartir?