por Helga García Coach | Oct 17, 2022 | Alta Sensibilidad
No es fácil explicar lo que significa ser una Persona Altamente Sensible. Te puedo contar que no es una patología sino un rasgo de la personalidad descubierto por la psicóloga Elaine Aron y que lo poseen entre un 20% a 30% de la población.
Gracias al sistema neuro-sensorial más desarrollado, las PAS tienen la capacidad de captar y procesar un gran número de estímulos en un período muy concentrado de tiempo lo que les provoca una enorme sobreestimulación.
Las Personas Altamente Sensibles, además, son empáticas y enormemente emocionales, procesan de un modo profundo la información y son capaces de percibir sutilezas y detalles, a su alrededor, mucho más allá que los demás.
Dicho así, suena algo confuso y difícil de comprender si no lo experimentas en tu propia piel. Estoy convencida de que, si has llegado a este post, por casualidad o atraída por el título, es porque sientes que hay algo que no cuadra dentro de ti y necesitas ponerle nombre.
Una alta sensibilidad que no puedes definir, ni explicar a los demás porque, simplemente, todavía no la conoces bien o ni siquiera sabes que existe.
Convives con ella, incluso en ocasiones, “sobrevives” a ella, pero te falta descubrir lo que significa ser una Persona Altamente Sensible, dar respuesta a esas dudas sobre ti que llevas arrastrando desde hace años.
Te encanta la naturaleza, te llena, te conecta contigo misma. Solo sabes que en ese lugar te sientes libre, más tú, desconectada de todo, en paz, en calma. Pero al mismo tiempo, tanta sensación de plenitud te llega a superar, a colapsar… a preguntarte ¿por qué?…
Paseas por el bosque absorta en tus pensamientos mientras percibes sonidos escondidos que, para ti, son bellas notas en el aire. Caminas disfrutando del momento, de la brisa que refresca tu cara, de las hojas que pintan de colorido otoño los árboles que te rodean.
Y te quedas embobada, fascinada, sin palabras, como si tu cabeza no pudiera asimilar todo lo que te llega a través de esa mezcla de detalles que la propia naturaleza te está regalando.
Ha sido un día intenso, demasiado quizás, para lo que tu sensibilidad puede tolerar…
Llegas a casa y, en tu cabeza, todavía resuenan imágenes, olores, sensaciones, sonidos que te sumergen en una constante nube de pensamientos indomables que hacen que te emociones sin saber por qué.
Hay tanto que procesar… Sigues a tus cosas aunque estés algo cansada. Pero a medida que el día llega a su fin, ese cansancio empieza a ser más pesado, más drenante, sintiéndote saturada, torpe, con la mente nublada…. Agotada.
Apenas queda rastro de toda aquella energía que te mantenía pletórica en tu paseo por el campo. Notas que se escapa y que te impide concentrarte en nada, en hacer nada y te preguntas “¿Por qué siempre me pasa esto cuando disfruto de un día genial? Que frustrante es…”
Necesitas estar a solas, que nadie te moleste. Tu habitación es ideal. Allí tienes tu rinconcito de silencio, donde mimarte cuando te sientes tan pesada mental y físicamente. Es como si te enchufaran y tu batería se fuera recargando poco a poco.
Es algo que lograste encontrar tú sola. Un refugio para tus momentos de saturación, de esos momentos en los que parece que todo tu entorno se vuelve pesado y te sobrepasa.
Como cuando estás rodeada de gente en un centro comercial, o estás en una fiesta con la música de fondo sonando sin parar o cuando estás en una cena familiar y el propio ruido de las conversaciones hacen que desees huir de allí.
“¡Necesito salir corriendo!”
Y vuelves a cansarte, a quedarte sin energía, a saturarte hasta que logras volver a la calma.
Tanta emocionalidad, tanto deseo de ayudar porque algo dentro de ti te anima a hacerlo, tanto malestar cuando algo no te sale tan perfecto como te gustaría, tanto darle vueltas a las cosas dentro de tu cabeza, tanta indecisión, tanta saturación…
Y tanto disfrute en lo que te gusta, tanto detalle a tu alrededor que descubres, tanta belleza en cualquier rincón que solo tú sabes ver, tanta escucha a los demás, tanto saber estar contigo misma, tanta sensibilidad.
Así eres. Una Persona Altamente Sensible, una PAS. Y está bien, no hay que rechazar tu rasgo sensible sino aceptarlo y aprender a gestionarlo para que puedas convivir de un modo sano con él.
Quizás ahora necesites dar respuesta a esas dudas sobre tu alta sensibilidad o reconocer en ti misma si eres realmente una PAS. Y un primer paso es aprender a ser consciente de cómo te afecta, de cómo lo vives y de qué herramientas tienes para gestionarlo ¡Te animo a que tomes acción y empieces a descubrirlo!
Como coach especializada en Personas Altamente Sensibles, me haría muy feliz acompañarte en este proceso, despejando tus dudas y enseñándote a manejar y a reconocer en ti las características de tu lado más sensible.
¿Amiga PAS, te animas a iniciar este viaje de autoconocimiento?
por Helga García Coach | Abr 22, 2022 | Alta Sensibilidad
Cuidar de tu alta sensibilidad no trata solo de saber que eres PAS, conocer sus características y seguir tu vida tal cual, sin más, sino que hay que tomar consciencia de cómo convives con tu rasgo y de cómo lo gestionas en tu día a día.
Ser consciente de tus necesidades te ayudará a implantar unos hábitos que, como PAS, te serán de utilidad en el manejo de toda esa parte menos agradable del rasgo.
Y, es que, aprender a conocerse es vital para que logres mantener una vida de calma y disfrute sin renegar de tu alta sensibilidad. Yo misma he maldecido, en más de una ocasión, el sentirme cansada, sobrepasada, irritada, sin ánimos, desconcentrada o con ganas de estar a solas, cuando no era ese mi estado inicial.
Que estos cambios te ocurran por, el simple hecho de que la sobreactivación se haga presente, aunque disfrutes del momento o, que tu cabeza se sature de tanta información que captas sin darte cuenta, hace que pueda ser algo desmoralizante.
Es por ello que, te recomiendo que, como PAS, incluyas estos cinco hábitos necesarios para cuidar de tu alta sensibilidad.
Cuidar de tu energía: haz pausas y descansos
Como buena PAS que soy, es la pauta número uno en mi lista de hábitos obligatorios. No puede faltar hacer estas pausas y descansos cuando siento que estoy saturada, agotada, bloqueada o sin creatividad ni concentración.
Si bien es cierto que, cuando estoy en modo Flow, me vengo arriba e intento finalizar el máximo de tareas pendientes lo que hace que, al día siguiente o días posteriores, me note sin energía.
Como soy consciente de cómo va a responder mi cuerpo cuando excedo los límites, anticipo esa caída de energía y me preparo un espacio de tiempo en mi rutina diaria para descansar y recargar pilas.
Es importante, que estas pausas y descansos no los tomes como algo negativo y que limitan a la hora de ser más productiva en tu día a día, sino como un modo de ser más eficaz favoreciendo el mejor desempeño de tu mente y de tu cuerpo.
No tienen que ser pausas o descansos de horas (si puedes adelante) sino que puedes ir probando cuál podría ser el mínimo de tiempo que necesitas para recuperar tu ritmo más óptimo (quizás con cinco o diez minutos te basten).
Para mantener este hábito en tu día a día, tienes que ser consciente de qué momentos suelen provocarte una descarga más rápida de tu energía: cuando vas al centro comercial y está saturado de gente, cuando vas a comprar ropa y te pasas por mil tiendas sin acabar de decidirte, el exceso de trabajo y no saber por dónde empezar, etc
Si sabes lo que te va a pasar, puedes organizarte para mantener esos ratitos de pausa y descanso
Poner límites: priorízate y no te dejes llevar, en extremo, por tu empatía
Algo importante para las PAS –y para todas las personas en general– es el priorizarse. Dejar a un lado la culpabilidad por no estar dedicando todo su tiempo y esfuerzo a los demás.
La gran empatía de las personas altamente sensible, hace que una no pueda resistirse a reconfortar, ayudar, solucionar, aquello que percibe de la otra persona y que le provoca sufrimiento.
Las PAS solemos absorber el dolor ajeno, llevárnoslo a casa y sufrir toda la emocionalidad de los demás. Esto repercute en la forma en cómo nos acabamos sintiendo y, si no existe la capacidad de gestionarlo de un modo sano, puede llevar a un estado de decaimiento constante (incluso de repercutir en nuestra autoestima).
Así que, si quieres cuidar de tu alta sensibilidad, es hora de poner unos límites a tu alrededor y frenar tu empatía desde el control y la consciencia.
Piensa en lo bonito que es poder disfrutar de tu alta sensibilidad sin centrarte únicamente en ese lado menos amable.
No te hablo de renunciar a tu empatía –básicamente porque es imposible, forma parte de ti– sino de saber cuándo te está afectando en extremo, arrastrándote a una continua necesidad de ayudar a los demás antes que a ti.
Es importante que te des cuenta de en qué momentos dejas de lado tu propio bienestar por satisfacer al otro y te hagas estas dos preguntas:
¿Lo hago porque quiero o porque lo siento una necesidad?
¿Cuántas veces respondo con un SI a una petición?
Para poner límites, en tu día a día, es necesario que estés dispuesta a decir “no” sin culpabilidad ni sentirte egoísta. La otra persona es, muy posible, que entienda que no es tu obligación e, incluso, se sienta agradecida por tu sinceridad.
¡No es fácil, pero con constancia y práctica lo conseguirás!
Espacios de soledad: tómate un café contigo misma y calma tu mente
Otro clásico de hábitos indispensable para las PAS es la soledad. Interioriza que es una necesidad, no un capricho. Nos permite desconectar de nuestro entorno y sentirnos en calma.
Yo le llamo mi “rincón de silencio” porque me aporta paz y tranquilidad, me recarga de energía y favorece mi creatividad.
Es un espacio que no puede faltar en tu vida diaria. Este estado de soledad, de encuentro contigo misma, te aportará una mayor claridad en aquellos momentos en los que necesites espacio mental y sin distracciones.
Ya sabes que, a las PAS, nos encanta la vida interior, adentrarnos en nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, buscar mil y una explicaciones a lo que nos sucede, a experiencias que hemos vivido, a problemas ajenos y propios.
Y qué mejor lugar para aposentar toda esa maraña mental que estar a solas. Desconectar de aquello que nos está saturando, alejándonos para retraernos en nuestro espacio de paz y calma.
Es normal que sientas, en ocasiones, deseos de no conectar con nadie, ya sean amistades o familiares. No te culpes, eres PAS y, esa necesidad de soledad, la verás reflejada, también, en tu deseo de solitud y silencio.
Aprovecha para dedicarte a aquello con lo que te sientes a gusto y disfrutas de verdad. Son momentos de sacar a relucir tu gran creatividad y, de paso, cuidar de tu alta sensibilidad.
Encuentros con la naturaleza: disfruta de tu capacidad de captar sutilezas
No hay nada que llene más a una PAS que estar rodeada de belleza y tranquilidad. Y, eso mismo, es lo que le aporta el estar en contacto con la naturaleza: pasear por la montaña, al lado de un río, disfrutar de la brisa del mar, perderse entre el perfume de las flores…
Disfrutar de las pequeñas cosas que nos rodean es algo indescriptible que nos llena de energía y nos aporta un plus de motivación y bienestar.
Además, de darnos la calma que necesitamos, rodearnos de entornos naturales, beneficia –y mucho– a la hora de rebajar ese malestar que nos genera la sobreactivación.
Un lugar inmejorable para practicar actividades como el yoga o la meditación. ¿No sientes la relajación solo con pensarlo?
La naturaleza te ofrece el disfrute del color del cielo, del perfume de las plantas, del olor a lluvia, del sonido de los pájaros, de la soledad. Una necesidad de paz vital que toda persona altamente sensible desea.
Regálate un espacio de tiempo en tu día a día, para pasear por un parque o, si vives al lado del mar, caminar por la arena. Te aseguro que vale la pena y un buen modo de cuidar de tu alta sensibilidad.
Desconectar tu mente: resetea esos pensamientos recurrentes
El tener la capacidad de procesamiento profundo que tenemos las PAS, hace que nos veamos envueltas en, ciertas circunstancias, en un bloqueo mental o en un bucle agotador de pensamientos recurrentes.
Esto provoca que nos sintamos agotadas y saturadas. Es importante saber identificar estos momentos en los que, tu mente, está siendo redundante para, así, lograr gestionarlo y rebajar esa actividad.
Puedes estar pensando en alguna experiencia desagradable que hayas tenido ese día y empezar a darle vueltas, una y otra vez, intentando encontrar una explicación a lo que te haya pasado. La mente PAS es muy exigente, por lo que no parará hasta que logre encontrar una respuesta que la satisfaga.
Las consecuencias de toda esta actividad mental serán: desconcentración, bloqueos y cansancio.
Una buena práctica, para desconectar tu mente, es “distraerla”, es decir, focalizar tu atención en algo diferente a lo que estés haciendo o pensando.
Una pauta, que te puede ayudar, es realizar una serie de respiraciones conscientes. Centra tu atención en el aire que entra en tus pulmones, el recorrido que hace dentro de ti y cómo luego lo exhalas.
También puedes dedicar un tiempo breve a realizar una actividad creativa que te guste y te distraiga, o beber pequeños sorbos de agua si estás en el trabajo, por ejemplo, y no puedes dejar de hacer tu tarea.
Cómo ves, son unos cuantos hábitos que te ayudarán a cuidar de tu alta sensibilidad, algo vital para que puedas convivir desde la calma y el disfrute de tu rasgo PAS. ¿Te animas a empezar con ellos ya?
Dime, amiga sensible ¿Añadirías algún otro hábito? ¡Te leo en comentarios!
por Helga García Coach | Mar 10, 2022 | Alta Sensibilidad, Vivencias
Algo, con lo que tenemos que aprender a lidiar las personas altamente sensibles, es con mantener bajo control una de las partes más bonitas de la alta sensibilidad y, a la vez, más problemática: la gran emocionalidad.
Una emocionalidad que, como PAS, la sientes tan apabullante que acabas creando, inconscientemente y por intuición, tu propia herramienta para poder convivir con ella: una coraza para protegerte de esa parte de tu alta sensibilidad que nos has sabido gestionar de un modo sano.
Porque, está bien cuando te emocionas enormemente por algo que te ha hecho sentir feliz, por cosas que, para otros, apenas le llamaría la atención: un cielo azul con mil tonalidades, una flor asomando entre la hierba húmeda de la mañana, una frase recién leída en un libro y que te pinza el alma… Toda esta emoción solo puede significar ¡¡que estás viva!! No me digas que no es maravilloso.
Y, también, está bien cuando has sentido pena y tristeza por alguna cosa que has visto o por alguna experiencia que has vivido. Es normal que estos días nos emocionemos y nos conmovamos en extremo por cada una de las terribles imágenes que nos llegan desde Ucrania.
Pero se vuelve problemática cuando no la sabes gestionar adecuadamente, en especial, las emociones más desagradables como la tristeza o la rabia.
Acabas anclada en un círculo vicioso en el que, tu pensamiento profundo, camina en círculos en busca de explicaciones a lo que estás viviendo y sintiendo. Es ahí cuando te sobreactivas, te saturas y, finalmente, te agotas.
Y esta tendencia, que tenemos las PAS a absorber el dolor ajeno debido a nuestra excesiva empatía, se hace incomprensible cuando no tienes consciencia de tu alta sensibilidad. Imagínate ahora, unir alta emocionalidad con tu alta empatía ¿resultado? Un estado de ánimo por los suelos si no lo sabes manejar bien.
¿Qué haces, entonces, para aliviar esa emocionalidad desmedida causante de tu bajón anímico? Pues desarrollar un mecanismo defensivo, como el de tu coraza, para protegerte.
Así me sucedió años atrás, cuando desconocía que era una persona altamente sensible y pulsaba, sin ser consciente, un botoncito dentro de mí con el que alejarme de posibles emociones que no me gustaba sentir.
Lo de construir corazas era la mío. Escudarme tras una barrera invisible con la que protegerme de emociones dolorosas y así poder huir del miedo en lugar de enfrentarme a él… alejarme de tanta emocionalidad.
Antes de reconocerme como PAS, sentía que vivía en una eterna contradicción. Por un lado, aparentaba ser una persona con el control de mis emociones, siguiendo el rol que desde mi infancia me habían transmitido: “tienes que ser una niña buena”, “no tienes que dar la nota”, “tienes que ser educada”, “no llores tanto”, etc.
Pero, por otro lado, lidiaba con toda esa emocionalidad tratando de ocultarla dentro de mí. Así que, inconscientemente y con intuición, fui construyendo mi propia herramienta con la que adaptarme, del mejor modo posible, a esa parte menos amable del rasgo (y que en aquel entonces todavía desconocía).
El ser introvertida tampoco ayudaba a expresar lo que sentía de un modo espontáneo y abierto. Así que, toda mi vida, la he pasado aparentando ser “la niña perfecta y fuerte” a la que pocas cosas le afectaban.
Y más lejos de la realidad. Porque por mucho que quieras ocultar lo que no quieres ver, sigue dentro de ti… escondido en un rinconcito preparado para salir cuando menos te lo esperas… y vaya si salió.
Fue un verano de hace unos treinta muchos años. Recuerdo, como si fuese ayer, esa llamada telefónica de mis padres. Estaban en Sevilla, acompañando mi tía, enferma de cáncer desde hacía apenas tres meses, en sus últimos momentos. Mi querida tía, mi segunda madre… me dieron la fatal noticia… y me dolió tanto que exploté en un llanto que no podía controlar…
Tanta emocionalidad contenida en mi caparazón protector que me fue imposible retenerla. Esa frialdad que transmitía se vino abajo. ¿Cómo podía ser que me partiera así? Y, en lugar de intentar comprender, volví tras mi coraza para esconderme de mi gran emocionalidad.
Ahí estaba yo, a buen recaudo tras mi zona de confort, sin traspasar límites, sin aprender a gestionar una parte de mi desconocida alta sensibilidad. Poniendo tiritas sin saber ni querer curar la herida…
Una coraza que construyes para alejarte de lo que no te gusta, de tu gran emocionalidad, que, si no la sabes gestionar, acaba por dominar tu vida y cómo te mueves por ella. Te escondes tras un escudo porque te da miedo mostrarte tal y como eres: sensible, emocional, absorbiendo el dolor de los demás, empatizando con lo que te rodea, saturándote donde otros disfrutan…
Aprendí a aceptar, a reconocerme, a mostrarme tal y como soy, sin miedo al qué dirán ni a salirme de ese rol que desde la infancia asumí. Y aprendí a conocerme y a respetar esa parte más sensible de mí que está ahí y, de la que ahora que la comprendo, me siento tan orgullosa y feliz.
Eres valiente, mi querida PAS. Solo tienes que dar el paso y dejarte llevar por tu sentir. Escucha a tu lado más sensible, sin miedo. Porque esa eres tú, una persona que vive la vida bajo el filtro de su alta sensibilidad.
Reconocer cuando tus emociones te están superando es clave para lograr convivir con tu alta sensibilidad. Trabaja en aceptarlas cuando te lleguen, procurando identificar si son tuyas o son atraídas por tu empatía.
Si son tuyas, date permiso para transitarlas y, si son ajenas, pon unos límites que las frenen, aceptándolas y soltándolas con un agradecimiento por haber estado ahí.
No puedes hacer desaparecer tu gran emocionalidad. Forma parte de tu alta sensibilidad, pero sí puedes trabajar en cómo gestionarla para lograr convivir con ella de un modo más sano.
Si necesitas la ayuda de un profesional para manejar esta parte de tu rasgo, yo estaré encantada de acompañarte como coach especializada en PAS. Solo tienes que contactar conmigo a través de mi email: coach@helgagarcia.es o enviarme un mensaje a mi WhatsApp clicando aquí
Dime, amiga sensible ¿Te has sentido identificada? Puedes compartir tu experiencia en los comentarios que encontrarás más abajo 😊
por Helga García Coach | Feb 16, 2022 | Alta Sensibilidad
Me gustan las personas que te hacen pensar, con las que te sientes a gusto, con las que te sientes tú misma. Esas con las que charlar de la vida o de cómo «arreglar el mundo», con copa de vino en mano o con una buena taza de café, en persona o a través de una pantalla.
No importa. Lo que sé, es que disfruto enormemente.
Como PAS introvertida que soy, estos encuentros me producen calma. Será porque es lo que me pide mi lado más sensible, con este pensamiento profundo que no para de pedirme más y más.
Eso sí, prefiero estar en petit comité. Con poquita gente mejor. Una, dos, tres… cuatro y sin pasarnos, que ya me conozco y, por muy amigos que seamos, si el número de personas es elevado, acabo en la mayoría de las ocasiones, saturándome.
No es porque sea rara, ahora ya sé que no es así. Sino porque, ser PAS, supone recibir un extra de información al mismo tiempo. Ya sea, por el barullo constante que se forma si hablan varios a la vez –no es agobio por el ruido en sí, sino por la tendencia a percibir toda esa información al unísono, sin filtro– o por el tipo de conversaciones –en ocasiones superficiales– que hacen que mi cerebro desconecte.
Como te puedes imaginar, y si te sientes identificada me entenderás bien, el enfrentarme a ciertas situaciones sociales suele producirme incomodidad y agobio. Aunque, gracias al autoconocimiento, he aprendiendo a gestionarlo y ahora puedo reducir este nivel de saturación.
Hoy me gustaría compartir contigo, algunas pautas para que logres manejar esta sobreactivación en entornos sociales y puedas sobrellevar, de un modo más positivo e incluso –por qué no– de disfrutar, de estos encuentros o situaciones.
Aquí las tienes:
Entender por qué te sobreestimulas en entornos sociales
Al ser una persona altamente sensible, tu cerebro tiene la capacidad de absorber mucha más información que el resto de las no PAS, además de procesarla de un modo más profundo.
Hay que decir que, toda esta información, te llega a través de estímulos externos e internos.
Como estímulos externos te hablo de: sonidos, olores, lugares, interacción con otras personas, temperatura, experiencias, conexión emocional debido a la empatía…
Como estímulos internos tendríamos: emociones, pensamientos, sensaciones…
Así, pues, no es de extrañar, que todo este cúmulo de información que recibes de un modo continuado, tanto por tus sentidos como a través de tu pensamiento profundo (reflexionar y darle vueltas a las cosas) acaba por sobreactivarte generándote, estrés, agobio y saturación.
Por tanto, es normal que, siendo una persona altamente sensible, te produzca sobreactivación ciertos entornos sociales como: fiestas con personas desconocidas, aglomeración de gente en centros comerciales, eventos musicales, etc.
Ser consciente de cuándo te estás sobreactivando
En primer lugar, para ser consciente de tu sobreactivación, debes aprender a reconocer en ti las características de la alta sensibilidad. Este es un paso importante porque te ayudará a saber distinguir qué estímulos externos o internos te afectan más y cómo se manifiestan en tu cuerpo.
Puede ser que nunca te hayas planteado el por qué ir a una fiesta con gente desconocida es estresante para ti. Quizás lo identifiques como “algo normal por ser introvertida”. Así que te obligas a ir porque, primero, quieres pasártelo bien y, segundo, porque no deseas ser la “rarita” del grupo.
Lo que ocurre en realidad es que experimentas un rechazo a cómo te sientes en este tipo de encuentros debido a tu sobreactivación. Sabes que, algo pasa, a medida que permaneces más tiempo en la fiesta: te empiezas a agobiar, te sientes inquieta, no te apetece interactuar, el ruido se hace cada vez más presente en tu cabeza, sientes unas ganas tremendas de alejarte de allí para estar a solas…
Piensas “pero si yo solo quiero pasármelo bien ¿por qué no puedo como los demás?”. Así que, automáticamente identificas “fiestas=agobio”.
Por tanto, es importante saber que, solo empiezas a reaccionar de este modo, cuando comienzas a sobreactivarte ante los estímulos que tienes a tu alrededor.
Antes de ese momento, es posible que estuvieras disfrutando sin darte cuenta, interactuando con alguien o pasando un buen rato con amigos hasta que, de repente, tu estado cambia.
Como ves, no es la situación en sí lo que te agobia, sino toda la información que estás absorbiendo hasta llegar un punto en el que tu sistema neuro-sensorial se satura. Es ahí cuando tu cuerpo te avisa de que estás sobrepasando tus niveles de saturación: quieres alejarte, te molesta y agobia todos los inputs que te llegan (diálogos, ruido ambiental, etc), tu cabeza saturada…
Si eres consciente de cuándo tu cuerpo te está advirtiendo de que empiezas a sobreestimularte, podrás gestionar de un modo más rápido tu transición hacia la calma.
Rebajar el malestar inicial que te produce pensar en el encuentro, lugar o evento
No te centres en cómo te afectará. Si piensas constantemente en lo “mal que lo vas a pasar” tu actitud será de negatividad y rechazo, sobreactivándote mucho antes.
Si tienes que ir a ese encuentro social, sí o sí, debes estar preparada. Para ello, visualiza la situación: cómo será el lugar, qué personas encontrarás, cuánto durará, qué ambiente habrá. Puede que, pensar en todo esto, ya te esté agobiando, es normal, porque tu predisposición, dada tu experiencia, es a no sentirte cómoda.
Es recomendable que, en este punto, tengas preparada pautas para calmarte cuando llegue el momento de estar allí. Recuerda que “ya vas preparada mentalmente”. Aquí te dejo algunas:
- Puedes realizar respiraciones y centrarte en ellas para desconectarte del estímulo que te está afectando
- No fuerces la situación intentando interactuar («es lo que debo hacer»). Si te sientes cómoda en un rincón observando, hazlo sin culpa.
- Procura buscar con la mirada personas que “detectes” que también son PAS. ¡Créeme que las descubrirás gracias a tu capacidad para captar sutilezas! Charla con ella. Recuerda que las PAS nos sentimos a gusto entre nosotras.
- Retírate a un lugar donde puedas desconectar de todos esos estímulos y estar a solas unos instantes (lavabo, habitación, un rincón en el exterior, etc)
Practicar la asertividad y respetar tus deseos
Si no deseas ir a un lugar o, tener un encuentro con alguien porque sabes que vas a sobreactivarte, aprende a decir “no”.
Siendo PAS, debemos luchar con esa parte “salvadora” y en la que tendemos, sin esfuerzo, a ofrecer nuestra ayuda a costa de nuestro bienestar. Es decir, no contradecimos la voluntad de la otra persona porque sentimos que “vamos a ofenderla” y, como buena PAS, «nuestro deber es hacerla sentir bien».
Y aquí es donde entra en juego la empatía en las PAS. Es tanta la conexión con el otro que prevalece el sentir ajeno y la necesidad de reconfortarle: “se sentirá mal si le digo que no”, “qué pensará de mí si le digo que no”, “cómo va a ir solo/a a la fiesta, tengo que hacerle compañía” …
Practicar la asertividad es mostrar respeto hacia ti misma. No se trata de decir “no” de un modo irrespetuoso sino de hacer entender a la otra persona que no te apetece ir o hacer algo. Te estás priorizando, no por ser egoísta –que no lo eres– sino por mostrar tus necesidades.
Espero que este post te inspire a mirar con otros ojos todas aquellas nuevas experiencias que surjan en tu vida y en las que, hasta ahora, te has sentido incómoda. No es fácil gestionar la sobreactivación en entornos sociales pero con práctica y actitud positivas, disfrutar de estos momentos, no es un imposible ¡palabra de PAS!
Sola o con ayuda, tú eliges. Lo importante es que si lo deseas, des el paso. Ya sabes que puedes contar conmigo para acompañarte a descubrir y gestionar tu alta sensibilidad.
Y ahora, cuéntame amiga sensible, ¿cómo es tu experiencia en estas situaciones?
por Helga García Coach | Ene 20, 2022 | Alta Sensibilidad
Cuando se escribe sobre alta sensibilidad se suele mencionar a toda esa parte más desconcertante y problemática que caracteriza al rasgo, esa que hace que la sientas como un lastre si no la sabes gestionar.
Aunque hoy me gustaría darle la vuelta y mostrarte ese lado maravilloso de ser una persona altamente sensible y que, también, forma parte del rasgo PAS.
Porque lo tenemos, sí. Aunque haya momentos en los que te gustaría no tener esas antenitas con las que captar tanto detalle a tu alrededor, tanta información, tanta emocionalidad, tanta saturación a punto de estallar en tu cabeza…
Aprender a reconocer las características de la alta sensibilidad, no solo te llevará a saber gestionar ese lado más amargo, sino que te aportará una visión más amable de todo lo que conforma tu rasgo PAS.
Y para llegar a ese disfrute total de quién eres, debes empezar a verte como una persona que aporta muchas cosas buenas al mundo gracias a su alta sensibilidad.
Es por ello que, en este post, voy a compartir contigo cinco buenas razones –podrían ser muchas más– por las que deberías sentirte orgullosa de ser PAS y enamorarte de tu lado más sensible.
¡Empecemos!
1. Tu gran empatía
Para mí, es un privilegio tener la capacidad de estar presente y poder sentir la emoción de aquella persona que está confiando en ti para contarte su problema, sus ilusiones o sus tristezas.
Tu empatía te hace conectar de tal manera con el sentir del otro que acabas reconfortándole, desprendiendo comprensión, confianza y calma. Todo con tan solo tu presencia.
Y como no podía ser de otro modo, esta empatía a su vez genera unas ganas locas de complacer y hacer sentir bien a la otra persona. De ahí que, las personas altamente sensibles, tengamos amistades profundas, sinceras, de gran conexión y a las que nos gusta cuidar.
Eso sí, hay que saber poner límites a tanta empatía si quieres sentirte agradecida por tenerla. No se trata solo de conectar con los sentimientos de los demás, sino que hay que saber detectar cuándo estás empezando a absorber el dolor ajeno y apropiándote de emociones que no son tuyas.
Tienes que ser consciente de que, toda esa información extra que atraes hacia ti, es la que acabará por sobreactivarte y saturarte.
Así que ya sabes, es imprescindible que sepas cuando estás atrayendo en exceso el sentir de la otra persona para disfrutar de tu alta empatía.
2. Tu compromiso con los demás
Si hay algo que destaca de una persona altamente sensible y, sobre todo, agradecen las personas que la rodean, es su nivel de compromiso surgido, directamente, desde el corazón. ¿No crees que es una buena razón para sentirte orgullosa de ser PAS?
El poder ayudar a los demás nos llena tanto que nos sentimos fatal cuando «detectamos» que la otra persona necesita ayuda y no podemos ofrecérsela como nos gustaría.
Y está bien este compromiso, es maravilloso, aunque para gestionarlo de un modo sano, y no sentirte culpable cuando no puedes comprometerte, solo tienes que ser consciente y aceptar que no siempre está en tu mano la solución. Ya sea porque realmente no tienes la capacidad o porque, no siempre, es aceptada por la otra persona.
Sin esa culpa, disfrutarás de una de las cosas más bonitas de tu alta sensibilidad.
3. Tu gran riqueza interior
A las PAS nos encanta permanecer en nuestro mundo interior, reflexionar sobre la vida, sobre nuestras experiencias, sobre el porqué de emociones, situaciones, pensamientos.
Dentro de las PAS todo fluye de un modo profundo y, esa riqueza interior, la convierte en una persona que disfruta conociéndose, observándose, a ella y a los demás.
Cultivar tu interior te permite poder conectar con otras personas a un nivel más trascendental. De ahí que, cuando encuentras a otra PAS sin saber que lo es, conectéis al instante.
¿Tienes un reducido número de amistades? Para una persona altamente sensible, la importancia de la amistad, no solo radica en pasar un buen rato sino, principalmente, en la especial conexión que se produce cuando encuentra a alguien –aún sin ser PAS– con la que puede expresarse con confianza, compresión y de un modo profundo.
4. El modo tan intenso de disfrutar las pequeñas cosas que te rodean
Tu capacidad para detectar los pequeños detalles te permite apreciar y disfrutar de todo aquello que no se ve a simple vista. Como si tuvieras una varita mágica, logras ver lo que es invisible ante los ojos de los demás.
Y esa habilidad innata para observar sutilezas en lo que te rodea hace que en tu mente destaquen, por ejemplo, la belleza de una simple flor escondida tras la maleza o las mil tonalidades que el sol de atardecer refleja en el tronco de un árbol.
Una PAS, en el momento que aprende a gestionar su alta sensibilidad, es mucho más consciente de su nivel de emocionalidad y, por tanto, de todo aquello que en un momento dado le llena de felicidad.
5. Tu maravillosa forma de transmitir calma y escucha a los que te rodean
Otra de las razones por las que deberías sentirte orgullosa de ser PAS es la capacidad de transmitir calma y escucha a los demás. Algo muy valioso en los tiempos que corren ¿no te parece?
Tu tranquilidad es reflejo de tu parte más sensible y, como un imán, proyectas del tal modo confianza que, aunque estés con una persona con la que tienes poca relación, eres capaz de que se abra contigo y te explique su problema.
Generar calma y escucha no está al alcance de todos y a ti, como PAS, te sale fenomenal. Además, ¿no me digas que no te sientes reconfortada al haber sido un punto de apoyo emocional para la otra persona?
Porque lo haces sin pensar, sin esfuerzo y con deseo de ayudar. Y eso, amiga sensible, lo transmites a quienes tienes a tu alrededor.
Como habrás podido comprobar, son cinco buenas razones por las que deberías sentirte orgullosa de ser PAS. No esperes más y empieza a transformar la manera en cómo ves y sientes tu alta sensibilidad.
¿Cómo hacerlo? Pues, como indico en uno de mis anteriores posts, entendiéndola y aprendiendo a gestionarla desde el autoconocimiento. Te proporcionará los recursos necesarios para que puedas convivir con ella de un modo amable.
No hay más que leer el testimonio de una de mis amigas sensibles, Angelina. PAS enamorada y bien orgullosa de su rasgo:
“El mundo nunca ha sido ni es un lugar fácil para la humanidad, mucho menos para los PAS…por eso es sumamente importante aprender a gestionarlo. Personalmente me ha servido para comprender más el mundo en el que vivo y también para comprenderme un poco más, amarme y adquirir la firme certeza de que tenemos mucho para aportar y construir un lugar mejor en el que vivir, para nosotras y quienes nos rodean.”
Sé que no es fácil llegar a disfrutar en plenitud de tu lado más sensible y, por eso mismo, la ayuda de un profesional del autoconocimiento o terapeuta de PAS, es más que recomendable para acompañarte en este camino. Como Coach especializada en Alta Sensibilidad, estaré encantada de poder ayudarte si lo necesitas.
Espero que te sirva este post para reflexionar y darte cuenta de que, no hay nada malo en el modo en el que experimentas el mundo, sino que tu sensibilidad es otra parte de ti, con sus luces y sus sombras.
Yo me siento muy orgullosa de ser PAS ¿y tú? ¿Cómo es la relación con tu alta sensibilidad? ¡Te leo en los comentarios!