por Helga García Coach | Abr 21, 2021 | Crecimiento Personal
Transitar por la vida sin percibir el presente, sin estar viviendo conscientemente, es, por desgracia, algo común en estos tiempos en los que prima la inmediatez. Deambulamos bajo un abanico inmenso de estímulos que nos hace desviar y alejar nuestra atención de lo minúsculo, de lo imperceptible, de lo que vive en nuestro interior.
Y así pasamos la vida, sin apenas darnos cuenta de nuestros aciertos, de nuestros errores, de nuestras alegrías y nuestras penas, de lo que nos reconforta o de lo que nos debilita, de lo que nos produce temor o de lo que nos motiva a ir hacia delante, de lo que nos hace felices o nos consume la autoestima.
Qué significa estar viviendo conscientemente
Para Nathaniel Branden, sentir que estas viviendo conscientemente es el primer pilar que compone la autoestima y, por tanto, el mejor camino para mejorarla.
Y ¿por qué es tan importe? Porque significa ser responsable y ser consciente de los hechos de la realidad, es decir, tanto de los hechos de nuestro mundo interior –las emociones, deseos y necesidades– como los del mundo exterior.
Advertir que tu autoestima no está en su mejor momento no es tan obvio. Durante la época en la que me sentía sin ánimos para nada, en la que no creía en mí y en la que transitaba una tristeza permanente, no era capaz de saber porqué me encontraba así. Me daba cuenta de que algo no funcionaba bien dentro de mí, pero no era consciente de qué era lo que generaba ese malestar.
Gracias al autoconocimiento, pude aprender a reconocer qué estaba fallando, qué necesidades estaban insatisfechas, qué temía de esa realidad que no quería mirar y que me perjudicaba e impedía mejorar mi autoestima.
Durante un tiempo, una va tapando los agujeros de esa falta de seguridad y valoración por una misma, sin reconocer lo que sucede, simulando o escondiendo el verdadero conflicto interior. ¿Y cómo? pues no dejando salir a la luz las verdaderas emociones y sentimientos, simulando que esa inestabilidad interior no existe o es pasajera.
Estar viviendo como si esa realidad no existiera porque te incomoda provoca que te ancles a un pasado para revivir sentimientos y experiencias reconfortantes que te ayuden a sentirte mejor y, así, evadirte de esta realidad que no te gusta.
Tu solución, a este desánimo vital, acaba siendo la de permanecer en un pasado que te impide ser consciente de cómo estás viviendo tu presente.
“Conectar tanto con el pasado nos limita a conectar con el presente”
Alex Rovira
Alex Rovira define la felicidad como “la calidad del instante”. Y no puedo estar más de acuerdo con él. Alejarnos del aquí y ahora es, únicamente, la huida de tu propio presente, huir de emociones o sentimientos a los que no quieres enfrentarte, en definitiva, la negación de una realidad que te provoca dolor.
El no estar viviendo conscientemente el mundo que te rodea, el avanzar por la vida sin darte cuenta de cómo lo haces, de las decisiones que tomas, de los errores que cometes, de los aciertos y aprendizajes que incorporas, acaba provocando que no seas capaz de valorarte, de actuar alineada a tu propósito y deseos verdaderos.
En definitiva, colaboras a que tu autoestima permanezca en lo más bajo del escalón.
Algunas prácticas que debes incorporar en ti para vivir conscientemente
Para dejarse sorprender hay que ser consciente de dónde estás, reconocer lo que existe y lo que no existe dentro y fuera de ti, sin negaciones. Para Nathaniel Branden esto significa que, no solo tienes que ver y conocer, sino que debes actuar sobre lo que ves y conoces sin traicionar a tu consciencia desviando tu mirada.
“La alegría está cuando nos dejamos sorprender por el momento presente”
Alex Rovira
Se trata de no ir en «modo automático» por la vida sino tomarte las pausas necesarias para reflexionar sobre qué haces, para qué lo haces y cómo afecta a tus relaciones y a ti misma.
Es imprescindible que vayas construyendo, entorno al modo en cómo te mueves en el mundo, una serie de conductas concretas. Estas conductas serán las que te lleven a sentir todos los beneficios de vivir conscientemente y, por tanto, a mejorar tu autoestima y llevarla a lo más alto.
Te aseguro, que aprender a percibir con todos los sentidos la realidad interior y exterior, es algo absolutamente enriquecedor, aunque haya momentos en los que no te guste lo que asoma.
A continuación comparto contigo algunas prácticas –propuestas por Nathaniel Branden– que debes incorporar en ti, para que logres vivir conscientemente y poder mejorar tu autoestima:
1. Una mente que está activa en lugar de pasiva → Ser responsable de lo que piensas y decides, ser consciente de quién eres, de tus necesidades y de tu propia felicidad, sin ser impuesta por los demás.
2. Una inteligencia que disfruta aprendiendo a conocerse → Tener la curiosidad de descubrir quién eres, sin miedos y sin negaciones. Se trata de disfrutar del camino del autoconocimiento, de todos los detalles que van asomando a medida que miras en tu interior, lo que te aportará mayor seguridad en ti misma.
3. Estar en el momento presente → Estar con los cinco sentidos sin distracciones en lo que estás haciendo o, como dice Branden: «hacer lo que estoy haciendo mientras lo estoy haciendo».
4. Salir al encuentro de los hechos importantes en lugar de huir de ellos → Es decir, tener la curiosidad por conocer todo aquello que te aporta o te aportará, estar con los ojos abiertos a las nuevas oportunidades que la vida te pueda presentar e ir a por ellas.
5. Preocuparse de distinguir los hechos de las interpretaciones y de las emociones → Se trata de estar dispuesta a percibir la realidad desde otros puntos de vista y desde otros modos de sentir diferentes al propio. Es decir, preocuparse por lo que realmente piensa y siente la otra persona y no «imaginarlo», bajo tu propio esquema mental.
6. Percibir y enfrentarme a mis impulsos para evitar o negar las realidades dolorosas o amenazantes → Cuando algo nos da miedo o nos produce dolor, solemos dar la espalda y no reconocerlo. Es una manera de evitar estas emociones incómodas. Debes ser sincera y honesta contigo misma y reconocer aquello que quieres ocultar y porqué lo haces. Solo así, podrás afrontarlo y aceptar tus propias emociones.
7. Interesarse por conocer «dónde estoy» en relación a mis metas y proyectos y a si estoy fracasando o triunfando → Vivir conscientemente es saber qué te acerca o qué te aleja de aquello que quieres conseguir, reconocer qué es lo que estás haciendo o lo que te está limitando a lograr tus metas y deseos.
8. Interesarse por conocer si mis acciones están en sintonía con mis propósitos → Ser consciente de si las acciones que realizas te están llevando a tus objetivos o necesitas replantear los pasos que estás dando.
9. Preservar en el intento de comprender a pesar de las dificultades → Hay que comprender cuáles fueron las dificultades y no dejarse llevar por el desánimo cuando algo sale mal y abandonarlo sin más. Volver a intentarlo, pero con la seguridad de que tienes diferentes opciones para escoger.
10. Estar dispuesto a ver y a corregir los errores → Salir de tu mapa mental y reconocer que no siempre tienes razón.
11. Interesarse por comprender el mundo que nos rodea → Significa ser curiosa, tener inquietud por conocer más allá de lo que te rodea.
12. Interesarse por conocer no sólo la realidad exterior sino también la realidad interior: mis necesidades, sentimientos, aspiraciones → Se trata de mirar dentro de ti, de percibir todo aquello que te hace sentir, tus necesidades, lo que te mueve.
¿No te parece maravillo y lleno de beneficios vivir conscientemente? ¿Cuáles te estas prácticas estás incorporando en tu vida?
por Helga García Coach | Ago 19, 2019 | Vivencias
Hace un tiempo leí por la red un término que me encantó y que hacía mención al espíritu Wanderlust, o lo que es lo mismo, al espíritu viajero. Una palabra hermosa con la que me sentí identificada al reconocerme tras esas ganas locas de conocer mundo.
Siempre me he definido como una persona a la que le entusiasma viajar. Confieso que cuando se acerca el verano disfruto enormemente pensando cuál será nuestro próximo destino. Ir tachando de mi icloud mental lugares ya visitados para dejar espacio a la nueva inspiración… “¿hacia el este o hacia el oeste?”, “¿ciudad o naturaleza?, ¿frío o calor?, ¿de relax o movidito?…
Así que una vez elegido el país y en qué plan vamos a ir, toca diseñar ruta y ahí es cuando se me hace la boca agua y los ojos chiribitas al ir descubriendo y anotando todo aquello que hay de especial en el destino seleccionado ¡me encanta, me rechifla y me ilusiona por partes iguales!
Ahora todo es más fácil, con tanta información a nuestro alcance a través de la red puedes ver al instante lo que te interesa: fotos, vídeos, historia, cultura de cualquier país o ciudad… En cambio, para una mujer como yo, perteneciente a la maravillosa generación de la EGB y que ve su niñez reflejada en la época ochentera de los mismísimos protagonistas de Stranger Things, buscar información en aquel entonces suponía adentrarse en la lectura de enciclopedias, revistas, libros de viajes. Aunque también nos ayudaban las películas, series de tv o algún que otro documental. Nada que ver con la ayuda de los influencers de las redes, youtubers o blogueros explicando sus experiencias viajeras.
¿Alguien se acuerda de las antiguas cámaras de fotos de carretes con las que hacer una instantánea suponía jugársela a la ruleta rusa?. Sinceramente. ¡no tengo ninguna nostalgia de ellas! aunque pensándolo bien, era una buena manera de no obsesionarse con lograr la foto perfecta y poder admirar relajadamente el paisaje.
Que rabia daba cuando justo en el momento que querías inmortalizar un gran momento te dabas cuenta que el dichoso carrete se había acabado y tenías que sacarlo para sustituirlo por otro nuevo. O peor aún, cuando ya no te quedaba ninguno y salías corriendo a comprar más, ¡si llegabas a encontrarlos, claro!. Y no hablemos de la mezcla de nervios e ilusión que provocaba la recogida las fotos tras revelarlas en la tienda a la vuelta de las vacaciones. Siempre rezando para que la ruleta rusa no le tocase a la deseada foto de tu lugar preferido y quedarte sin esa imagen tan esperada para el recuerdo.
Ya desde bien mocosa mi imaginación me hacia tele-transportarme a países lejanos y exóticos, llenos de misterio y aventuras: Roma con sus gladiadores luchando en el Coliseo, ladrones de tumbas en el antiguo Egipto, rituales mayas en sus pirámides… Todo bajo la mirada soñadora de esa niña que esperaba algún día tener la oportunidad de poder llegar a conocer alguno de aquellos lugares.
Entre mis preferencias y siempre ocupando el primer lugar del ránking, se encontraba Egipto. La de historias que me imaginaba soñando con sarcófagos escondidos y tesoros ocultos. Tenía la esperanza de que algún día lograría ese sueño, poder conocer El Cairo, las pirámides, ver los increíbles templos… el desierto…
Pero también soñaba con otros muchos lugares: Australia, China, Japón, México, Grecia, Italia… y en especial… una ciudad alemana que ocupaba una parte importante dentro de mí, Stuttgart.
Era la ciudad que me vio nacer y que fue testigo de mil y una aventuras de unos españoles que llegaron a Alemania, como buenos emigrantes, con la fuerza suficiente para forjarse un futuro lejos de su país. No sabía cuándo, pero tenía claro que algún día iba a conseguir pasear por las mismas calles por donde mis padres, tíos, primos, tuvieron una vida allá en la década de los sesenta…
Y el tiempo pasó y fui cumpliendo todos esos sueños, agrandando la lista de realidades, agrandando ese espíritu Wanderlust a la mínima oportunidad…
Nunca se me olvidará mi llegada a Egipto. De eso hace ya la friolera de veinte años. Viajamos mi marido y yo, en aquel entonces como pareja recién estrenada viviendo en pecado y sin todavía descendencia. Fue mi primer viaje fuera de España, algo que ya de por sí me creaba una sensación especial, pero que además fuese el lugar más deseado desde que tenía uso de razón lo hacía todavía más mágico.
Lo que escondía en mi imaginación resultó explotar con aquella realidad, que ahora sí, por fin, podía sentir y tocar. Tengo un montón de imágenes grabadas en mi recuerdo de aquella experiencia, pero hay dos que me impactaron especialmente, con las que aún hoy día sigo sin tener palabras suficientes para describirlas.
El primero de aquellos momentos fue mientras atravesábamos la ciudad en plena noche dirección al hotel. A lo lejos se veía la parte superior de las famosas pirámides. Admirar aquella inmensidad hizo que no pudiera apartar los ojos… estaban allí, delante mío… por fin…
Podría estar describiendo todo lo que vi cómo si hubiese regresado ayer, pero me voy a contener y solo mencionaré el otro gran momento que para mí representó aquel viaje, el tener en frente el indescriptible y faraónico templo de Abu Simbel.
Si no me falla la memoria, habíamos llegado con el calor asfixiante del mediodía. Recorrimos unos metros y tras unas pequeñas dunas, se suponía que debía asomar lo que era el templo más famoso de Egipto. Y apareció… como si nada… majestuoso y gigantesco. Lo que sentí es difícil describirlo, quizás mezcla de alegría, asombro, respeto…
Creo que ni los 50ºC a la sombra, ni la sensación de estar dentro de un horno, ni la charla interminable del guía delante de la entrada, me hicieron dejar de admirar todo aquello. Solo tenía ojos para esas cuatro colosales y gigantescas figuras que presidian el templo, oidos para escuchar únicamente el silencio que me producía estar en el desierto delante de aquello.
Y así fue como taché de la lista de sueños mi primer gran viaje. Sonrío al ir escribiendo este post porque poco me podía imaginar en aquel entonces la de viajes que me echaría a mis espaldas a partir de ese momento, cumpliendo gran parte de mis deseos. Sin mencionar que iba a tener dos proyectos vitales en países que ni se me hubiesen pasado por la imaginación.
“Abre los ojos” me dijo una buena amiga antes de uno de mis viajes. No es que no tuviera antes esa mirada abierta, pero sí que había momentos, en según que viajes, que me dejaba llevar sin observar a mi alrededor, quedándome en lo superficial. Un buen consejo que me hizo reflexionar sobre la importancia de sentir lo que ves en cada nueva experiencia.
Porque comprender otra cultura solo lo puedes hacer si te alejas de la mirada etnocéntrica con la que llegamos todos los turistas a un nuevo país. Aceptar que no hay ninguna mejor ni peor, que todas son como esa sociedad la ha querido transmitir, con sus tradiciones y costumbres.
Hacer los sueños realidad, dicen, te da la felicidad. Y doy fe. Alegría y emoción podría definir lo que sentí en el momento en que, junto a mi padre, mi hermano y mi prima, llegamos a la calle Klagenfurter, número 17 en el barrio de Feuerbach, Stuttgart. Fue como si el tiempo se parara, como si todas aquellas historias que nos habían contado a los más pequeños cobrasen vida en aquel mismo instante. Tantas y tantas horas que pasamos oyendo, en las reuniones familiares, las mil anécdotas vividas allí por parte de mis padres y mis tíos en sus años de emigrantes.
Poder conocer al fin la ciudad donde nací… y hacerlo con parte de la familia fue extraordinario. La recorrimos de arriba abajo, todos sus rincones, mientras mi padre nos iba describiendo aquellos lugares que le eran familiares. Cuarenta años sin volver son muchos años para recordar y para comprobar como cambia una ciudad. Pero daba igual, estábamos allí.
Otro sueño que se cumplió, que me hizo feliz…
Hace apenas unos días que he regresado de mi último destino vacacional, Vancouver y las Montañas Rocosas de Canadá. Vuelvo con la maleta llena de imágenes maravillosas y con recuerdos de paisajes llenos de la más increíble naturaleza.
Y he comprado que ese espíritu Wanderlust sigue vivo, deseoso de ampliar la lista de lugares por ver y siempre con la misma ilusión que aquella primera vez.
Viajar es conocer, y conocer es abrir los ojos, mirar con curiosidad lo que hay a tu alrededor. Te invita a absorber lo nuevo con ojos inocentes y a descubrir lo desconocido que hay en cada lugar.
Tener espíritu Wanderlust es querer viajar para llenarte el alma de nuevas sensaciones, para hacerte sentir la emoción del momento…
“El mundo está lleno de cosas mágicas, esperando pacientemente a que nuestros sentidos las perciban”
Willian Butler Yeats
Y tú ¿tienes espíritu Wanderlust?